martes, 26 de octubre de 2010

Traveller frog, 4. ¿La arquitectura como ciencia? ¿La ingeniería como Arte?

Cuando yo era estudiante de arquitectura, allá por la mitad de los años sesenta, ya se había ido diluyendo bastante la idea de que la arquitectura, decadente como Arte, tenía que parecerse a la Ingeniería, para ser técnica, científica, funcional y social. Eso era lo que habían dicho los maestros, aunque no lo hicieran. Y por eso los acusó Banham, en su conocido libro.

Pues el asunto volvió con mucha fuerza en los 60. De nuevo se buscaba que la arquitectura fuera lógica, ciencia, función, sociedad,...Y muchas más cosas: cibernética, política, sociología, linguística,... Y todavía hoy colea el asunto. Hay arquitectos, como Foster, que se apresuran a decir que desconfían de los arquitectos que se declaran artistas. Y que reivindican a Fuller, el gran ejemplo de Banham.

Pero hoy parece que también las cosas se han vuelto del revés, y que son los ingenieros quienes reivindican que su actividad puede ser un Arte. Así Calatrava, en la práctica, y así Manterola, en la teoría, pues acaba de publicar un libro con esta reivindicación. La ingeniería puede tener, y tiene, objetivos artísticos y, por lo tanto, resultados artísticos. La Ingeniería como Bella Arte. Pues, claro que sí, bienvenidos al lío, y esperemos que esto signifique decir menos tonterías, pensar más matizadamente.

Porque no sé si la Arquitectira y la Ingeniería son Bellas Artes. Tal vez sí, cuando lo logren. Lo que sí sé es que, como todas las actividades del diseño, están sometidas a la naturaleza del arte, esto es, de aquello que no existe, que se ha de imaginar y que se fabrica. De aquello que se apoya lo que puede en la técnica y en la ciencia, pero también en la experiencia y en el oficio, y, sobre todo, en la preferencia formal. Es arte todo aquello que, como todas las actividades de fabricación, ha de apoyarse necesariamente en elecciones formales a las que se les concede unos valores determinados y unos contenidos, si bien nada simples y bastante imprecisos.

Esto es, que sin apuesta formal, sin preferencia formal, sin contenido formal, las cosas físicas no pueden existir, el diseño no ocurre. Ni arquitectónico, ni ingenieril, ni de ninguna especie. Todas las artes del diseño son tales artes precisamente en ese sentido; esto es, que han de plantearse la forma como un contenido propio, pues sin forma no pueden producirse.

Por eso es necesario reconocer que los maestros, buscando triunfar y derribar a la arquitectura académica, dijeron tonterías, aunque las hicieron mucho menos; puede decirse que casi nunca. Y por eso es necesaro decir que Banham, Fuller, Foster, dijeron, dicen, tonterías. La arquitectura es un arte porque no puede ser otra cosa, porque en serlo radica su naturaleza, su condición inevitable, de la que no puede ni debe huir.

Y, como tal arte, pueden ser juzgadas. Esto es, la forma puede ser examinada para ver si parece que ha cumplido sus expectativas, Pero aspirar a la perfección técnica, a la ciencia, es imposible. Las cosas en arquitectura -en las artes del diseño- son mucho más complicadas, más difíciles, poco claras, mixtas y mezcladas. Someterlas a simplificaciones no da resultado. A quien no le gusten estas incoherencias y estas ambigüedades no debería acercarse a las actividades del diseño. Y a quien, sin practicarlas, tampoco le gusten, pero pretenda enmendarlas, exhortar a que tengan un sentido más puro, más indudable y científico, que haga lo que decía Loos: que dé un paso al frente y que se calle.

La presunta señora Cospedal cobra ¡241.000 euros al año!

Resulta que la señora Cospedal (desde ahora supuesta señora) cobra, según la prensa, ¡241.000 euros al año! ¡Córcholis! Multiplica por 3 el sueldo del Presidente del Gobierno central y casi duplica el sueldo del político mejor pagado de España, el Presidente de la Generalitat de Cataluña, con 140.000 euros al año.

Resulta que esta presunta señora cobra como senadora y además cobra de su partido, con lo que llega a la expresiva cifra citada. O sea, que por no hacer nada en el Senado (no hace nada, nada se sabe de ella; ni siquiera se sabía que era senadora) y por decir disparates y mentiras cara a la galería, que es a lo que realmente se dedica, cobra este disparate de dinero.

Y eso que el Partido Popular (atentos al nombre) es el que defiende al pueblo llano, como es bien sabido. Pues el pueblo llano, que las pasa putas para cobrar 14 o 18 o 22.000 euros al año, debe de estar encantado con la presunta señora, que además tiene un marido, provisto de enchufes (también ha salido en la prensa) y capaz de apalancar también una pasta gansa.

Pues ya sabeis, amigos, a dedicarse a la política, preferentemente con el Partido Popular, que es muy rentable. Pues ¿habían oido hablar ustedes alguna vez de la tal y presunta señora Cospedal antes de que fuera portavoz del partido? ¿A que no? Pues ya lo ven, cualquier desconocido tiene la oportunidad de forrarse. ¡A por ello, amigos!

lunes, 18 de octubre de 2010

Traveller frog, 3: Londres, ciudad única. Londres y lo demás, hay que pagarlo todo.

Todo el mundo sabe que Londres es una ciudad magnífica. Pienso que, probablemente, la expresión más intensa y afortunada de la civilización occidental. Mejor que París, demasiado retórica; mejor que Manhattan, tan especial. Más que Berlín, más que Roma, más que Madrid, más que Barcelona, más que Buenos Aires. Y lo pienso no sólo, o tanto, desde el aspecto físico, urbano y arquitectónico. También desde el cultural y social. Desde su río, sus parques, sus monumentos, sus squares, sus casas,..Pero también desde sus museos, sus teatros, sus universidades, sus instituciones. Todas esas ciudades que hemos citado se parecen, y Londres alcanza, creo yo, una condición de arquetipo entre ellas. Una condición que nos consuela, pues la supervivencia de Londres, la vitalidad de Londres, nos compete a todos. En buena medida, mientras Londres dure tal y como es, tal parece que la sociedad occidental sigue funcionando, que las crisis no son para tanto. Que no llegan a tanto.

Por eso resulta tan atractivo como tranquilizador visitar en Londres una buena exposición. Ayer ví una en la National Gallery sobre "Canaletto and his rivals", una auténtica maravilla. O ir a un concierto. El viernes estuve en uno en el Royal Festival Hall, en el South Bank de Waterloo, donde toca la London Philharmonic Orchestra. Un concierto de Berlioz, Elgar y Strauss. Magnífico. O pasear por un parque. O asistir a una clase en la universidad, donde, en primero de arquitectura, un experto invitado sintetiza para los bisoños estudiantes que fue la arquitectura romana. Un viejo mito, vigente aún, al menos en cuanto aún es explicado.

La sociedad occidental continúa, pues parece que tira. Aunque ¡ay!, en Londres, en Inglaterra, las cuentas ya no salen. Y no salen porque, aunque la ciudad y el país sean muy caros, explicando en gran medida el milagro, el welfare state inglés es demasiado bueno, y la vida, en general, demasiado buena. No podemos pagarla. O, mejor dicho, no la estamos pagando. Los conservadores y los liberales (algo así como la UCD, que quede claro, no como la pepería, que eso es otra cosa) tienen que poner el país más caro. En realidad, como en todas partes, y lo están haciendo, sin que aquí hayan aparecido protestas como las españolas o, sobre todo, como las francesas. Aquí tal parece, por ahora al menos, que la gente sabe que el dinero no viene de Dios, y que eso es una cosa muy seria.

Una de las cosas que se va a encarecer es la Universidad. A encarecer, porque pagar ya la pagan, y bien pagada. La Universidad estatal (aquí casi todas las universidades son estatales; evito la palabra "pública", porque en inglés, como en castellano antes de que se corrompiera, esa palabra quiere decir "abierta al público", como las tiendas) cuesta unas 3.000 libras al año académico. Casi nada. O sea, más o menos algo más de 4 veces lo que se paga en España. Pues bien, amigos, las cuentas de la Universidad no salen -como en España- y las van a pagar los estudiantes. Las matrículas van a subir a 7.000 libras al año académico. Eso sí, hay una buena política de becas y una buena política de préstamos para poder estudiar. Y, naturalmente, también hay que aprobar la selectividad. No estudia solo quien tenga dinero.

Fíjense ustedes. ¡Igual que en España! Todos los estudiantes y todos los padres quieren que la Universidad cueste muy poco, tal y como ocurre, y los políticos no quieren o no se atreven a hacer que paguen aquello que deberían. A la izquierda le parecería antisocial y a la derecha antipolítico. El resultado es el mismo, la Universidad a la caraja, sin medios suficientes y dando supuesta enseñanza a demasiados, a muchos que no quieren ni lo merecen, en realidad, convirtiendo la Universidad en una ficción, y destruyendo sistemáticamente las profesiones y la sociedad con ellas.

En España, en Italia, todos son universitarios. Como apenas cuesta nada (cuesta menos que un Colegio de bachiller), y todavía da prestigio, todos a por una carrera. Y las profesiones destruidas. Y la vida con ellas. Y ya no tiene remedio, pero si no se le pone freno, la degeneración futura será sencillamente insoportable.

Pero ¿a quien va a ayudar económicamente más el nuevo gobierno conservador británico? Me lo ha dicho hoy el catedrático con el que yo trabajo: a las ingenierías y a las lenguas modernas. Total que, como ven, en todas partes cuecen habas. Los conservadores británicos son lo que son y todavía creen en los ingenieros. Sería para morirse de risa si no fuera para llorar. Le he dicho al catedrático que yo creía que el mundo funcionaría mucho si no hubiera ingenieros, y que la mayoría de los disparates que hay en el mundo los han hecho ellos.

Él se ha reído, pero enseguida me ha dicho (estábamos en un café): "Cállate, cállate; si te oyeran los políticos pensarían que eres comunista"

sábado, 25 de septiembre de 2010

Traveller frog, 2 / Vuelve el latazo de Fuller

Estoy pensando seriamente que quizá no debería leer El País mientras esté en Londres. Me sigo tragando todas las tonterías españolas, sobre todo lo que dicen los periodistas sobre los políticos. Según los periodistas, los políticos son culpables de cualquier cosa, reos de todo; han de ser denigrados. Yo creo que es al revés. Los políticos son mejores que la gente, que tanto los critica, y muchísimo mejores que los periodistas, la hez de la humanidad, que van a saco con ellos. Pienso, por el contrario, que de muchas de las cosas malas que ocurren en el mundo, y concretamente en España, tienen la culpa los periodistas y los escritores que escriben en prensa. Bien, sea como fuere, lo cierto es que probablemente necesite una cura de El País.

El caso es que hoy sábado 25 de septiembre, día espléndido en Londres, viene en Babelia un artículo de Muñoz Molina hablando de Buckmister Fuller, a propósito de esa exposición de Madrid que han hecho Foster y Galiano. Muñoz Molina, que es buen escritor, tiene tendencia a meterse en camisas de once varas, y frecuentemente en relación al arte o a la arquitectura. Lo cierto es que no entiende de arte ni de arquitectura y así aterriza, incauto, en densos berenjenales.

Porque de Arte y de Arquitectura hay que entender: así es el mundo, queridos amigos. Se trata de saberes específicos y complicados, y pretender que sea de otro modo es empresa vana. La arquitectura es un pensamiento y saber específico, nada sencillo, y bastante de lleno de contradicciones y paradojas, contrarias a lo intuitivo e inmediato. Las buenas gentes que quieran acercarse a este saber con sencillez y buen sentido simplemente no lo conseguirán.

Es probable que algunos escritores sean muy soberbios. Quizá lo sea Muñoz Molina. Y como la arquitectura es complicada y se le resiste ha quedado muy contento con Fuller, que, en apariencia, le ha resuelto muchas cosas con sus aplastantes y magníficas teorías.

Pero aquí estoy yo para fastidiar lo que pueda y para decir que se equivoca, del mismo modo que también se equivoca Fuller. Un hombre muy orgulloso, como ingeniero que era, y un hombre completamente equivocado. Todo el mundo le ha tomado por un genio, y yo pienso que desde luego no lo era, al menos cuando se acercaba a la arquitectura y, en general, al diseño.

Muñoz Molina queda encantado con el canto que Fuller hizo al velero como diseño perfecto, y con el asunto del poco peso para las construcciones. No tengo nada contra el velero (simpatía tampoco), pero el velero y la arquitectura nada tienen que ver, por más que así lo crean arquitectos (algunos de ellos amigos) aficionados a la náutica. La precisión y ligereza del velero no son aplicables a la arquitectura. Los edificios no se mueven ni deben moverse y así sus virtudes y características se parecen poco a los vehículos, por más que Le Corbusier y los modernos en general hayan sido tan aficionados a estas analogías.

Y lo del peso es absurdo. Pretender que es bueno el poco peso en las construcciones arquitectónicas es una demostración absoluta de despiste, muy propia de un ingeniero. Esta milonga del peso por parte de Fuller tiene ya más de 50 años y desenterrarla ahora es la prueba de que el mundo no avanza. El peso no es malo para la arquitectura, sino bueno. No es que sea un bien absoluto, pero puede decirse que es más verdad el aserto de que es bueno que la arquitectura pese bastante y bastante menos verdad el de que es bueno que pese poco. A igualdad de precio (en dinero o energía, que es en definitiva lo que importa), el peso favorece la estabilidad y la duración, de un lado, y el buen comportamiento térmico, de otro. Un edificio no se mueve, repito, por lo que el peso no importa, y si pesa poco tiende a caerse. Esta vieja falacia debe desterrarse de una vez para siempre. Los edificios han de pesar, bastante; razonablemente, pero bastante. Y el peso no se relaciona con calidad arquitectónica, o no arquitectónica, ninguna. La “ligereza” es un asunto estético, de preferencia estética, sea ésta conceptual o plástica.

Por otro lado, los diseños de Fuller son casi todos bastante malos y disparatados. A Muñoz Molina se le ocurre elogiar el coche de las 3 ruedas. Resulta bastante evidente para quien tenga la cabeza sobre los hombros que un coche no ha de tener 3 ruedas, sino 4, y por eso todos tienen 4, naturalmente. Si tuvieran 3 su peligro de desequilibrio sería enorme, además de estar basados sobre la figura del triángulo, bastante reñida con el diseño. Es lo mismo, aunque de otro modo, que mesas y sillas. Tres puntos determinan un plano, pero las mesas y las sillas tienen 4 patas. Algunas mesas tienen todavía muchas más patas, igual que algunos camiones tienen todavía muchas más ruedas. No se debe de jugar con la estabilidad de las cosas, cuestión fundamental. El coche de 3 ruedas es un disparate pretencioso y falaz.

Dice el escritor que además ese coche gastaba mucha menos gasolina, cuestión que evidentemente no se relaciona en absoluto con la falta de una rueda. El coche de Fuller, que conozco desde que era estudiante, está basado en cuestiones estéticas, incluso aunque Fuller no lo supiera. Pretende ser “aerodinámico”, cosa que estaba muy de moda y que luego se demostró que no servía para nada en coches para velocidades normales. Es decir, tenía estilo aerodinámico. Además, si ese coche hubiera sido estupendo, se habría adoptado o copiado. No se hizo; me parece que ni siquiera se fabricó, demostración clarísima de su inutilidad.

Otra genialidad de Fuller eran las casas de planta hexagonal o circular. Dejando aparte la demencial pretensión de que algunas de esas casas vinieran transportadas por el aire y de que tuvieran una estructura de vástago central, las casas no han de tener, en ningún caso, plantas hexagonales o redondas, figuras absolutamente inadecuadas para la arquitectura en general y para las casas en particular. Puede usarse, prudentemente y en casos especiales, el hexágono en arquitectura. Puede usarse, prudentemente y en casos especiales, el círculo en arquitectura. Y pueden hacerse casas hexagonales o redondas, pero siempre serán imprudentes y equivocadas. Una casa tiene divisiones interiores y es sencillamente imposible dividir bien un hexágono o un círculo. Se hace, desde luego, pero queda fatal. Se hacen casas malas, desde luego, pero no dejan de ser malas por estar hechas. Como algunas de las de Fuller, que se hicieron a pesar de su simpleza de pensamiento y su condición sencillamente tonta y equivocada.

También el escritor celebra la cúpula geodésica, como la que Fuller hizo para la Expo de Nueva York. Y habla de ventajas de lo máximo de no sé qué con lo mínimo de no sé cuánto. Ventaja ninguna, en realidad. Una cúpula esférica, geodésica o no, sólo puede tener sentido de una manera excepcional, en una rara ocasión y para un extraño uso. La prueba es que los edificios esféricos no se han construido nunca. Arquitectónicamente la esfera no sirve para nada. Sólo sirve la media esfera, más llamada cúpula, y tan usada en los períodos clásicos tan sólo como cubierta. Solamente Boullèe, en el cenotafio de Newton, y Ledoux, en las casas para los guardabosques, propusieron esferas completas a lo largo de toda la historia de la arquitectura. Naturalmente, nadie les hizo caso, en cuanto a realizarlas. Tampoco lo pretendían.

Bueno, bueno, Sr. Muñoz Molina. Pues habría que ser más serio, tener más conocimiento, para hablar de arquitectura. Si no, lo mejor sería callarse. Como un muerto, diría yo.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Traveller frog from Duck Lane / 1 / Banqueting House

Empieza una etapa diferente de este blog, con mis crónicas desde Londres. El tópico español de Londres –no sé si el tópico internacional- era lo mal que se comía, aquí y en toda Inglaterra. Han debido de decírselo mucho a los londinenses, y el turismo en la ciudad ha tenido que llegar a ser extraordinariamente grande, pues en los barrios centrales y populares no hay otra cosa, casi, que restaurantes y casas de comida. Se puede comer como se quiera, realmente. Mal o o regular, desde luego es facilísimo, pero también muy variado; y bien o tirando a bien no es difícil. No es barato, pero aquí no hay nada barato.

El otro día, casi por azar, fuimos a parar a la zona de Westminster. Vimos la Abadía, por fuera (17 libras para entrar), el Parlamento, y descubrimos The Horse Guards, el cuartel del regimiento de caballería de la guardia del Rey (de la Reina), un edificio neoclásico de William Kent, magnífico, que cierra la calle con respecto a St. James Park, justamente enfrente de la Banqueting House construida por Iñigo Jones. Al otro extremo del parque, no muy grande, pero estupendo, está Buckingham Palace. Es una zona magnífica, una zona oficial, con espléndidos edificios eclécticos que son los ministerios. Todo parece celebrar el gran Londres académico, aunque allí se mezclen la tradición clásica y la gótica sin hacerse realmente mucho daño.

La Banqueting House es un edificio más o menos palladiano de Jones con el que se inició el renacimiento inglés a la manera italiana, ya en el siglo XVII. Antes había habido un renacimiento inglés más o menos castizo, que no resultó malo, pero tampoco exitoso ni refinado. Fue Jones, con este edificio y algunos otros, quien empezó un renacimiento italiano que quería ser británico, contradicción interesante que la arquitectura inglesa llevó adelante durante más de 2 siglos.

Cuando se construyó (como se ve en algunos cuadros y grabados de época y posteriores) era algo completamente ajeno a su entorno. Esto es, era arquitectura estrepitosamente moderna que despreciaba la tradición propia y la arquitectura del lugar. Quizá hubo un Príncipe de Gales que se escandalizó de ello.

Lo mandó construir Jacobo I, padre de Carlos I, el rey que perdió la guerra civil y que fue decapitado por orden del Parlamento (de Cromwell) precisamente en un tinglado de madera colocado contra la fachada del Banqueting House. Cobran 8 libras y pico por entrar, lo que es un poco exagerado.

Hoy llovió a mares, y llegamos a comer y a casa calados hasta los huesos. Pero hacia las 2 de la tarde ya había parado.

jueves, 29 de julio de 2010

Los toros, Cataluña y el PP

El Parlamento catalán ha prohibido los toros. No es un gesto nacionalista, es algo más sencillo: es un gesto de soberbia. Cataluña aparece así como más moderna, más sensible, no paleta y cruel como España. No se dan cuenta que aparecen también como partidarios de la represión. Un periodista catalán de El País (cuyos artículos aparecen casi siempre lastrados por su condición de catalán, al parecer estigma inevitable) declara a Cataluña como la gran pionera, olvidando que hace casi 20 años que Canarias prohibió los toros, Véase así como se trata de soberbia. (¿Canarias? ¿Dónde está Canarias?)

He de confesarme indiferente en el tema de los toros. Me da igual lo que pase con ellos y me convencen siempre los buenos argumentos de una y de otra parte, si bien me parecen casi siempre bastante cursis e hipócritas los que atacan a los toros por su crueldad, ya que siguiendo ese razonamiento acabaríamos comiendo piedras. Rara vez atinan al señalar que se trata de la exhibición pública de la crueldad, pues la crueldad con los animales permanece sin los toros. A mí lo que me pasa es que, en principio, me gustaban, pero como tienden a ser malos y cuanto peor torean más crueles son, llegó un momento en que me harté y me empezó a repugnar.

La prohibición de los toros en Cataluña no es política; es un acto más de propaganda catalana, que sin duda tendrá éxito. Ahora bien, cuando desde el otro lado político aparece el tal Rajoy indignándose y proponiendo (ya lo dijo la presunta señora Aguirre) pedir la declaración de los toros como Bien de Interés Cultural, entonces me sitúo completamente enfrente de los toros. Que un presunto señor, que carece de ideas políticas, pues no las tiene ni buenas ni malas, haga esta propuesta es la demostración definitiva de su fracaso, de su vacío y de su cara durísima.

Así que ya lo saben: ¡Abajo los toros! Y, por supuesto ¡abajo el PP! ¡Dios, que descanso para España y para el mundo entero!

miércoles, 28 de julio de 2010

El Colegio de Ingenieros de Caminos partidario de seguir estropeando la ciudad

Leido en prensa: el Colegio de Ingenieros de Caminos propone realizar un túnel en el Paseo del Prado. Naturalmente, en completo acuerdo con la siniestra administración llamada "Comunidad de Madrid". Menos mal que no está de acuerdo el Ayuntamiento.

Así que los Ingenieros de Caminos, esta vez con su colegio profesional al frente, proponen seguir estropeando la ciudad, tal y como lo han hecho en las últimas décadas. Recuérdense los sabrosos casos de la infame transformación de la avenida de la Ciudad Universitaria y del primer tramo de la carretera de La Coruña, el fabuloso final de la Castellana, el magnífico y oportuno enterramiento de la M-30, etc. Todos los desastres urbanísticos de Madrid en los últimos 30 años proceden de las actuaciones de obras públicas realizadas por ingenieros de caminos, que han sustituido la sensatez urbanística por las vías de tráfico y las tuneladoras.

Hacer un túnel en el Paseo del Prado es una aberración. Lo es en sí mismo, pues un túnel, con sus imbéciles salidas y entradas, no es sólo enterrar la porquería debajo de la alfombra, si no afectar además gravemente el lugar ocupado por esos siniestros agujeros. El tráfico va a disminuir en el Paseo del Prado, y los ilustres ingenieros salen al paso de tan magno problema. El tráfico va a disminuir, efectivamente, y ese es precisamente uno de los valores de la propuesta de la reforma del Paseo del Prado.

El tráfico de la ciudad central ha de disminuir. El tráfico en el Paseo del Prado ha de disminuir y ha de reducirse en buena medida su condición de autovía para tranformarse en una vía urbana. El tráfico particular de automóviles ha de disminuir en Madrid. Ha de disminuir mucho, necesariamente, al menos si se quiere que ésta pase a ser una ciudad más moderna y eficiente.

Si de esto no se enteran los ingenieros de caminos, lo que deberían de hacer es tirarse al mar (utilizando, naturalmente, las magníficas autovías que ellos mismos han hecho y viajando, naturalmente, en los BMW o semejantes que se han comprado con sus sabrosos beneficios). Y, sobre todo, que dejen de molestar en torno a una reforma espléndida, realizada por muy buenos arquitectos, y que no debe ser estropeada por ningún siniestro túnel. Fuera las obras públicas de la ciudad.

Abajo las Obras Públicas. Cuando en España se entienda que éstas (al menos ahora) casi nunca son un bien, se habrá ganado mucho en el progreso del país.

domingo, 25 de julio de 2010

Europa Federal, no España Federal

Todos aquellos que, como los catalanes, defienden una España Federal son anacrónicos y reaccionarios. Lo que hay que defender y perseguir es la Europa Federal, la Europa con gobierno propio verdadero y los Estados actuales reducidos a su condición de Estados de una Federación.

Mientras no exista una federación europea formando un solo país como Estados Unidos, toda separación en Europa, sea ésta la de Kosovo (menos importante porque no está en la UE) o sean las hipotéticas de Euskadi y Cataluña, no son otra cosa que acciones anacrónicas y reaccionarias, esto es, suicidas, perjudiciales. Resultaría para mí (como supongo que para muchos) una verdadera alegría la independencia del País Vasco (nunca sé como llamar a este lugar) y de Cataluña. Sueño en una España libre de estos pelmazos recalcitrantes, egoístas impresentables y mentirosos, al parecer natos, con la contrapartida del ingreso de Portugal como parte de Iberia. ¡Qué felicidad! Pero no es una cosa buena, pues mientras no exista de modo pleno la Federación Europea, toda separación es un suicidio. Es un grave perjuicio para todos, al ser una división más que sitúa a Europa como una entidad débil, política y económicamente atacable.

Si existiera la Federación, a ella correspondería admitir la creación de estados diferentes por las aspiraciones regionales. No sería demasiado funcional la atomización, pero correspondería en todo caso al gobierno y al parlamento centrales, además de al Estado presuntamente propuesto para ser dividido.

Y, finalmente, la Federación Europea reduciría a su verdadera condición de administraciones regionales a las llamadas Comunidades Autónomas. Sus presidentes, sus gobiernos y sus parlamentos se convertirían en algo así como las antiguas Diputaciones provinciales. Se fortalecería el Estado, pues éste pasaría a ser, dentro de la Federación, lo que hoy son las Autonomías.

¿Es éste un sueño imposible, o un sueño muy lejano? Éste es, se mire como se mire, el único sueño realmente positivo para Europa y para lo que hoy son sus naciones o estados. Sin su cumplimiento, a Europa no le queda otro destino que su paulatina decadencia. Decadencia de algo lujoso e interesante, desde luego, como tantas cosas de la vieja sociedad y de los viejos regímenes de antaño, pero decadencia al fin.

La realización de este sueño no fue menos difícil en Estados Unidos, donde una cruentísima guerra civil, en la que los Estados del Sur buscaban la separación de los del Norte y la formación de una Confederación, se produjo casi un siglo después del nacimiento de la nación. Los Estados son bien fuertes en Estados Unidos, y son bien conocidas sus diferentes legislaciones y administraciones diversas. También es bien conocido que forman un solo país y que su poder y dominio sobre el mundo compensa con creces, al menos para ellos, los gravísimos defectos de su sociedad. (Dedicado a los escépticos del poder político: le sociedad estadounidense tiene muchísimos y gravísimos defectos; el Estado Federal no.) El sueño es de realización difícil, pero no imposible, y si Europa quiere sobrevivir como potencia de todo tipo, deberá conseguirlo. Por encima de la estúpida actitud del Reino Unido, al que ya sería hora de obligar a abandonar la Libra esterlina y a adoptar otros acuerdos europeos que no comparte, o a marcharse. Por encima de la soberbia alemana y de la soberbia de países como Suecia o Dinamarca. Quien no quiera formar parte de la Federación Europea, deberá marcharse. Sé que, debido a mi edad, no podré ver este sueño convertido en realidad, pero lo deseo en el futuro para bien de mis hijos y de mis compatriotas europeos.

Así, pues, y mientras la Europa Federal no exista, la separación de cualquier trozo de los Estados actuales es, por suicida en cuanto perjudicial, imposible. Nuestros amigos catalanes no podrán librarse de nosotros ni nosotras de ellos. Les recomiendo vivamente trabajar por la Europa Federal, único escenario político en el que pueden recuperar la independencia tan ansiada como nunca existente. Pero que no piensen que la Federación Europea va a ser tan permisiva como los reyes de la Casa de Austria. Europa exigirá a Cataluña el cumplimiento de todos sus deberes, y España (o Iberia) estará vigilando.

Abajo, pues, los nacionalismos; abajo las autonomías, más o menos identificadas como nuevas naciones, pues no son otra cosa que regiones o comarcas. Abajo la nación, concepto anacrónico y culpable. Quizá Cataluña sea una Nación, allá ellos con atarse a un concepto tan anacrónico, tan reaccionario y tan culpable de tantas tropelías. España no es una nación, gracias a los dioses, es un Estado de la Unión Europea, que debía aspirar a unirse a Portugal para formar Iberia, y que tendría que volcarse en conseguir, incluso en protagonizar, la formación de la Federación Europea. Quien no quiera, que se vaya. No necesitamos ser muy grandes.

miércoles, 21 de julio de 2010

Esperanza Aguirre ¿muy inteligente?

En las encuestas divulgadas por la prensa en las que se señala la impopularidad de la presunta señora Aguirre, algunos dicen también que es "muy inteligente" (¡Ja!), de lo que se hacen eco igualmente algunos periodistas. ¿Muy inteligente? La presunta señora tiene astucia política, muy parecida a la de los franquistas (y a la del propio y autoascendido general de brigada), pero en lo que hace a verdadera inteligencia, sólo normalita.

Si fuera inteligente de verdad no hubiera tenido el imbécil e imprudente comportamiento que ha tenido, y una lengua demasiado larga y demasiaso torpe, lo que le ha valido la impopularidad. Eso no es de personas inteligentes.

Y su fuera "muy inteligente", como dicen, hubiera sido una política de derecha moderada y seria, tipo UCD, y no esa política "liberal" de extrema derecha, que es lo que es y ha sido. Ser "liberal" de extrema derecha no es de personas inteligentes.

Mediana inteligencia. Astucia y torpeza política, mitad y mitad.

"Esperanza, por Dios, Esperanza, por Dios, tan graciosa, pero sin corazón".

Porque, eso sí, lo que todo el mundo sabe es que es mala, malísima. Lástima que no haya infierno.

martes, 20 de julio de 2010

Doña Esperanza, la peor

Hemos tenido el placer de leer en la prensa nacional que la presunta señora Aguirre es la líder regional peor considerada por sus sacrificados súbditos. Una importante mayoría desaprueba su gestión, si bien hay una minoría abultada que la aprueba, pues los peperos nunca se rinden ni aunque les pisen condenadamente la bota.

Si ya lo dice la canción: "Esperanza, por Dios, Esperanza, por Dios, tan graciosa pero no eres buena..."

Muy bien, presunta señora, estamos muy contentos de contemplar el inicio de su declive, por el que usted ha hecho tanto diciendo tantas tonterías y tantas canalladas. Y haciendo todavía más.

Adiós. Que no descanse en paz.

lunes, 5 de julio de 2010

El problema de la memoria del franquismo: no se explica lo que fue

Un celebrado artículo de Santos Juliá (mejor historiador que comentarista de actualidad política) explica muy bien el asunto de las víctimas de los dos bandos en la guerra civil y acaba abogando por no poner en duda la transición. Estoy de acuerdo que la transición no puede ponerse en duda, pero es necesario que se explique el franquismo y que una explicación seria (no condescendiente, como si la transición exigiera el olvido de la realidad) pase a la vulgarización y a los libros de historia, pues no se ha hecho. Podría hacerlo él, ya que es historiador. Como no lo hace, ahí va la mía.

Francisco Franco era un joven general de brigada, por méritos de guerra (en la de África), que destacaba en la República por ser joven, eficaz, duro (y de extrema derecha). Fue nombrado Jefe de Estado Mayor por Gil Robles y a partir de entonces era uno de los militares preferidos por las derechas, luego se sabría con qué objetivos. Destacó en su puesto como feroz represor de la revolución de Asturias en 1934, llevando a los regulares (a los mercenarios marroquíes) a conquistar la Cuenca Minera con sus brutales medios habituales.

Sospechoso de posible conspirador contra la República, el gobierno lo envió a Canarias. En las elecciones de 1936, Franco, que iba ya para la política, quiso presentarse a Diputado por la CEDA, por la lista de Cuenca, pero José Antonio, que no mantenía muy buenas relaciones con la derecha convencional, dijo textualmente, al saberlo: "Si Franco va por Cuenca, Falange no va". Y hubo que descolgar a Franco. Tal parece que éste no le perdonó a José Antonio la afrenta.

Después del triunfo del Frente Popular, algunos militares iniciaron definitivamente la conspiración, siendo el "director" Emilio Mola, general de brigada destinado en Navarra, que propuso como jefe de la rebelión a José Sanjurjo, general de división de alto prestigio y de notable vocación insurrecta, pues se había levantado contra la República el famoso 10 de agosto. Fue condenado a muerte, se le conmutó la pena por cadena perpetua en el penal del Dueso, de donde se fugó y se fue a vivir a Estoril. Desde allí esperaba su ocasión.

No obstante, tal parece que tanto Mola como Sanjurjo eran bastante ambiguos y aspiraban a corregir fuertemente la República, más que a destruirla. Quizá. No sabían si contaban o no con Franco, de tanto prestigio entre oligarquías y derechismos, y hasta tal punto que Sanjurjo, en un comunicado a Mola, dijo: "Con Franquito o sin Franquito nos rebelamos el 18". Franco era oportunista y reservón y no se decantó hasta el último momento. Sanjurjo dijo también a Mola que, en la previsible lucha, el ejército rebelde debía ir sin bandera, para que no se diera otra vez el triste espectáculo de las guerras carlistas, con ambos bandos luchando con la misma. Era, pues, evidente, que Sanjurjo pensaba en la bandera republicana. Sus compañeros no dieron opción, salieron a la batalla con la bandera monárquica.

Sanjurjo murió, como es sabido, al estrellarse el avión que lo traía a España para presidir el levantamiento. Así se constituyó una Junta de generales (de generales traidores, funcionarios rebelados contra sus legítimos jefes, no se pierda esto de vista), presididos por Cabanellas, el más antiguo. Esta junta, contra la opinión de Cabanellas, enseguida eligió a Franco como "Jefe del Gobierno del Estado Español". No se trataba de un Estado, en realidad, desde luego, sino del amago de éste fundado enseguida por los generales rebeldes.

Pero Franco, con la inestimable ayuda de su hermano Nicolás, hizo trampa, ya desde el primer momento, y mandó a su hermano a la imprenta donde debía imprimirse el Boletín Oficial de la Junta para borrar "del Gobierno", resultando así "Jefe del Estado". Y también del Gobierno, naturalmente, cargos conjuntos que simultaneó hasta que, ya muy anciano, hizo Presidente del Gobierno a su dócil esbirro Carrero Blanco.
El "Estado" franquista fue así fundado en guerra por militares traidores, cuando aún no existía, y se inició con una grosera trampa protagonizada por el que eligieron como jefe y que se hizo a sí mismo dictador.

Nótese pues, que los generales traidores, al fundar un "Estado" nuevo desde el principio de la guerra, dejaron así meridianamente clara su intención de usurpar completamente el poder. Había muerto Sanjurjo, pero también Mola, así que cualquier posible esperanza de "corregir" la República se había esfumado. Franco fue, como todos ellos, un usurpador, el principal además, pues se las arregló para ser elegido jefe por encima de la jerarquía (sólo era general de brigada) y de la antiguedad. Quedaba así claro que se buscaba un político, no un buen militar. Ninguno de los generales franquistas (salvo quizá Aranda y acaso algún otro) eran verdaderamente buenos militares. Eran, eso sí, capaces de apoderarse del Estado mediante una cruelísima guerra civil, como de hecho hicieron, y en su propio provecho, como entonces y después demostraron.

Pero Franco era artrero y usurpador extremo, como hemos visto, pues usurpó también a sus propios compañeros el cargo de Jefe del Estado, para el que nadie le había nombrado, mediante la grosera maniobra perpetrada por su hermano, pero sin duda inventada por él mismo. Bien es cierto que los demás generales no quisieron o no se atrevieron a protestar, probablemente atemorizados por el astuto y cruel personaje en quien habían resignado sus ilegítimos poderes.

Franco, enseguida, fue nombrado también "Generalísimo" de los ejércitos, ridículo nombre que llevó hasta su muerte. Por arte de su propia autoridad se convirtió de general de brigada en Capitán General, aunque como era artrero y calculador, puede comprobarse como llevó la insignia de general de brigada todavía durante algún tiempo. Sin duda esperó a que le dijeran algo así como. "¡Por favor, Excelencia, póngase las estrellas de Capitán General!". El no menos ridículo título de "Caudillo" fue adoptado también hasta su muerte.

Lo cierto es que Franco logró que su desmedida ambición personal fuera aceptada por el siniestro combinado derechista de militares, monárquicos, oligarcas, eclesiásticos y hasta falangistas, y que el pueblo derechista, de relativa buena fe, aceptara ver en él al "salvador de la Patria", y ello hasta su conversión en un mito. Franco, usurpador del Estado a su propio servicio, asesino de masas, culpable de muchos males políticos, económicos, sociales y culturales españoles, cuyas consecuencias se arrastran todavía, fue convertido en una figura mítica. Él estaba tan sólo algo debajo de Dios (no mucho), era más que un rey, hacedor de reyes, y era perfecto, el bien puro sin mácula de mal alguno. La traumatizada sociedad derechista española necesitaba este mito. Lo necesitaba, sobre todo, porque era preciso oponer un mito casi divino para contrarrestar la siniestra acumulación de delitos y disparates perpetrada por el franquismo tanto en la guerra civil como después. Sobre todo lo necesitaban Franco y el franquismo y así lo promovieron y consiguieron.

La guerra civil cobijó el asesinato sistemático de compatriotas con el fin de dejar despejado el panorama político, uno de los fines principales de la contienda, al menos desde el punto de vista del autoascendido general de brigada. (No quiere decir que los otros no mataran, es bien sabido que sí, y además con los mismos o parecidos fines; pero no se trataba en su caso del gobierno republicano, sino de los revolucionarios que el bando leal cobijaba desgraciadamente en su seno). El otro fin de la guerra por parte de Franco (que se apoderó incluso de la guerra misma) fue idear y establecer por completo un nuevo sistema y asegurar en él el dominio político absoluto por su parte. Todo ello era lento, lo que explica la artificiosa y premeditada larga duración del conflicto, programada por Franco al servicio de sus fines, como ha demostrado sobradamente el profesor Javier Tussel.

La guerra devastó cruelmente el país y dejó su economía completamente destrozada, de manera que los niveles económicos del tiempo de la República no se recuperaron, si acaso, hasta 1957, 18 años después del final. El número de muertos y de exiliados fue espantoso. La capacidad de Franco para dividir al país en dos bandos, irreconciliables también después de la guerra, no reconoce parangón ni antecedente en toda la historia universal, pues la tradición de las guerras civiles (como ocurrió con las carlistas, o como con la guerra de secesión estadounidense) era la reconciliación con el antiguo enemigo, compatriotas al fin. Por otro lado, la guerra se ganó, como es bien sabido, por la ayuda de la Alemania nazi y la Italia fascista, por la culpable "no intervención" de las democracias extranjeras y, también, por la sedicente ayuda indirecta al franquismo del hipócrita Reino Unido. Los regímenes repugnantes de Alemania e Italia, sobre todo el primero, fueron pues a quienes Franco debía la victoria, convirtiéndose así, por si no lo hubiera sido ya bastante, en un dictador tan siniestro y criminal como ellos. Por otro lado, los ridículos sueños imperiales de Franco, pretendiendo para España el botín del Marruecos francés y cosas semejantes, caracterizaron su connivencia con los citados regímenes, afortunadamente desaparecidos en la derrota de la guerra europea.

Franco, que empezó como usurpador (característica ampliamente compartida por tantos otros, desde luego) y como rey de la mentira al usurpar incluso frente a sus propios compañeros el cargo de Jefe del Estado, tuvo como norte de su gobierno, en guerra y en posguerra, su permanencia como dictador, lo que consiguió con creces. La supuesta paz de 1939 no fue la ocasión para pacificar el país, sino para agravar los males de la guerra, encarcelando y fusilando a muchos, ofreciendo el exilio como alternativa única para tantos y presidiendo un régimen de extrema derecha, autoritario y asesino, con las ideas de su bandería (o la falta de ellas) como única y obligada opción.

No me resisto a trascribir la interpretación del historiador, profesor Reig Tapia, sobre el "parte" del final de la guerra. Éste decía así: "En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, las tropas nacionales han alcanzado sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado." Reig Tapia dice, con toda razón, que todo era mentira. El ejército enemigo no había sido cautivo y desarmado por completo, pues quedaban focos de resistencia que duraron además bastante tiempo. Además, no se trataba del ejército "rojo", sino del republicano. Tampoco se trataba de las tropas "nacionales", sino de las tropas franquistas rebeldes. Por lo que ya se ha dicho, no habían alcanzado sus últimos objetivos. La guerra, además, no terminó, pues el franquismo continuó con ella por otros medios represivos, lo que hizo hasta la muerte del dictador en 1975.

Todo era mentira, efectivamente, y es esta característica fundamental y fundacional de la mentira sistemática desde la que debe interpretarse el régimen franquista. El franquismo inventó un nuevo modo de hablar, de nombrar todas las cosas, un nuevo lenguaje con el que disfrazar de modo falsario toda la realidad, todas las cosas del mundo. Este uso de la mentira sistemática como principal instrumento político puede considerase, pues, como un punto de vista fundamental para entender el siniestro dominio del régimen dictatorial. Los que hemos vivido bastante tiempo bajo el franquismo podemos atestiguarlo completamente.

Aunque el franquismo es más difícil de relatar. No en los años 40, sin embargo, pues éste fue un tiempo simplemente terrible, de exilio, muerte, encarcelamiento, hambre, miseria y represión política. Durante esos años el franquismo consolidó sus símblos y sus mitos (esto es, sus mentiras), elaborando todo un modo propio de ver y representar engañosamente el mundo. Tan sólo las ideas de extrema derecha, de falso patriotismo y de hipócrita religiosidad eran de permitida circulación. Quien escribe nació en aquellos años, y durante la niñez y gran parte de la adolescencia, hasta bien entrados los años 60, participó de aquella mentirosa visión del mundo, que era la única que se trasmitía y enseñaba. Hoy da verguenza recordar ese tiempo, donde la mentira culpable, la hipocresía criminal y la corrupción sistematizada se adueñó de todo.

El Estado y la propia sociedad, presididos por el autoascendido general de brigada, se entregó a la oligarquía corrupta, valga la redundancia, y a los cómplices de la guerra. Esto es, fundamentalmente, a los militares, a la iglesia católica y al conglomerado de derechistas, falangistas y monárquicos. El ejército español, transformado para mucho tiempo en el ejército franquista, se convirtió en el gendarme nacional, en el ejército de ocupación de su propio país. Durante la segunda guerra mundial, el franquismo apoyó a nazis y a fascistas, y quería entrar en la guerra con demenciales sueños imperiales. Cuando las fuerzas dictatoriales fueron aniquiladas por las democracias, el franquismo, siempre hipócrita y padre de la mentira, empezó a presumir de la "neutralidad de España".

Pero Franco quería permanecer, desmintiendo las esperanzas de algunos, sobre todo de los monárquicos, por lo que tuvo que echarse encima el funcionamiento del país. A los militares los alejó en realidad del poder, reservándoles tan sólo algunos ministerios. A los principales los ascendió, y les dio títulos nobiliarios y cruces laureadas. A casi todos los altos mandos les procuró buenos réditos dentro de la corrupción sistemática. El ejército, hinchado a causa de la guerra y mal pagado, se le concedió a cambio la corrupción menor pero sabrosa de los cuarteles. Se convirtió en una fuerza tan enorme como ineficaz, sólo útil como amenaza represora.

Franco presidía así la sociedad de las derechas, de las oligarquías y del capitalismo autárquico y precario. Pero esta era, al fin, casi toda la sociedad, pues más allá de los importantes exilios que diezmaron sobre todo a los intelectuales, la mayorís de los españoles debía continuar viviendo bajo el régimen franquista. Por eso puede decirse que éste, dentro de la feroz represión política y de la demencial y mentirosa mítica oficial, tuvo que dejar que la sociedad funcionara, tuvo incluso que ponerla en marcha, para ir poco a poco recuperando la economía y una vida relativamente normal.

Quizá la mayor ventaja del régimen fue la condición conservadora del dictador, unida a su propia indolencia. Francó cambió las leyes en lo que tenían de políticas, sociales o religiosas, pero conservó las leyes de la República cuando le parecieron neutras. Tampoco pretendió cambiar la sociedad. Eso fue una ventaja, y también lo fue el hecho de que tuviera que emular los logros de la República, por ejemplo, en educación. El franquismo entregó en buena medida la educación a la iglesia, pero también continuó con la educación estatal a todos los niveles, y la importancia de la educación universitaria, creciente con el tiempo, aunque estuviera sometida a control y represión, acabó siendo la perdición del régimen, su mayor pérdida de prestigio. Además del proletariado, donde actuaban los clandestinos comunistas, el profesorado y el estudiantado universitario se convirtieron enseguida en los focos más fuertes y serios de oposición al franquismo.

La Falange fue deglutida por el régimen y, en buena medida, se convirtió en su gendarmería civil, sobre todo en la posguerra. Luego devino en cuerpo funcionarial y de enchufismo. Pero es preciso reconocer que, frente a lo que dicen muchos de los izquierdistas y los comunistas, la Falange no fue lo peor del régimen, sino que, al contrario, fue lo mejor con mucho. Más allá de pistoleros y de oportunistas, la Falange fue el único grupo cobijado en el régimen que tenía algunas ideas valiosas en lo social y lo cultural.

Después de 1957, España empezó a crecer económicamente y en todos los frentes. En los años 60 la vida era ya claramente mejor y aunque el régimen continuaba institucionalizándose con leyes importantes, se iba labrando su decadencia al ser incapaz de modernizarse verdaderamente y de ocupar las conciencias. Las nuevas generaciones empezaban a ser ajenas a la mítica franquista y a despreciar el envejecido régimen dictatorial. Su relativo reblandecimiento no iba acompañado de una ganancia de prestigio, y una cantidad cada vez más grande de ciudadanos lo veía como un anacronismo absurdo y de futuro inviable.

Pero Franco continuaba viviendo y aferrándose a un poder que permanecía tan duro como absoluto. En los 70, ya proclamada España como monarquía y designado el sucesor, nombrado Presidente del Gobierno el sumiso marino Carrero Blanco, que detentaba aún, y a pesar de todo, la línea dura, el régimen caía en su más alto desprestigio, paralelo a la ridícula ancianidad del dictador. Reirse del franquismo en público era todavía peligroso, pero se convirtió en algo normal. La revolución portuguesa aceleró el deseo de un cambio que no se produciría hasta la muerte del dictador, acabando así un régimen personal de forma definitiva. Franco, después del siniestro espectáculo de su pública agonía, murió al fin el 20 de noviembre de 1975, el mismo día en que José Antonio fue fusilado 39 años antes. En los bares de la progresía madrileña ese día se acabó el champán.

Luego llegó la transición, por la que habíamos empezado. Primero con la frustración de que continuara como Presidente del Gobierno Arias Navarro, "carnicero de Málaga" de sobrenombre por sus crímenes de posguerra como fiscal. Pero luego el nuevo rey Juan Carlos I, nombró a Suárez, una verdadera sorpresa, y es de reconocer que estuvo completamente a la altura de las circunstancias.

Y eso es ya otra historia.

viernes, 2 de julio de 2010

Sobre el asunto de los catalanes....

Se me han ocurrido muchísimas ideas en torno a un posible escrito sobre el asunto de los catalanes, lo del Tribunal Constitucional, la reacción de ellos, etc., etc.

Pero, despues de pensar bastante sobre todo ello he dedicido decir esto: absolutamente nada.

Fin.

martes, 22 de junio de 2010

Es necesario eliminar la idea de la "Ciudad de la Justicia" de Madrid. Hay una alternativa mucho mejor

La loca idea de la "Ciudad de la Justicia" de Madrid, dada la situación de parada total a que ha llegado por la crisis, debería de eliminarse. Un tonto edificio, redondo en planta por obligación y redondo en sección por vocación, campea en solitario en el absurdo lugar inmediato a la T4 del aeropuerto. ¿Es del estudio de Zahera? No lo sé, pero tanto da. El lugar elegido para este asunto no puede ser peor y el brillante proyecto de ordenación, todo redondo, no puede ser más absurdo. Es una gran oportunidad para anularlo todo.

Ofrezco una alternativa. En Cea Bermúdez, el gran edificio del Parque Móvil, de la administración del Estado, está prácticamente sin uso y es un enorme volumen perfectamente situado. A 10 o 15 minutos andando, en la manzana Joaquín María López/Isaac Peral/Donoso Cortés/Hilarión Eslava está el abandonado Hospital Militar, toda una manzana. Pero, por si fuera poco, a 3 minutos andando de éste, en la plaza de la Moncloa, está el edificio del Ejército del Aire. Es evidente que el ejército del Aire no necesita este edificio. ¿Para que quiere el ejército cuatro grandes edificios en Madrid? Pues tiene el Ministerio y los 3 antiguos Ministerios de los 3 ejércitos por separado. Estoy seguro de que más de la mitad de todos esos grandes espacios no vale para nada. Que se aprieten un poco, pues será fácil, y que el viejo edificio de Gutiérrez Soto pase a ser parte de la "Ciudad de la Justicia de Madrid".

Como ven, 3 edificios enormes, en buenísima situación y muy próximos, y propiedad de la administración del Estado. Que la Comunidad de Madrid se los pida a la administración central. ¿No había que rehabilitar, en vez de construir de nueva planta? Pues aquí tenemos una gran ocasión del las administraciones para dar ejemplo y resolver realmente las cosas.

viernes, 11 de junio de 2010

Los políticos de Madrid (y los de Cataluña y el País Vasco) cobran más que los del Gobierno Central

Hoy da El País las cifras rebajadas de los sueldos del Gobierno Central y del de la Comunidad de Madrid. Por ellas nos enteramos que la inefable Presidenta, los Consejeros y los Viceconsejeros cobran más que el Presidente del Gobierno Central.

¡Chúpate esa mandarina!, que decían los clásicos.

Naturalmente ya sabemos que los Presidentes, Consejeros y Viceconsejeros de Cataluña y del País Vasco cobran mucho más que el Presidente del Gobierno.

El Gobierno Central ¿cobra muy poco? Yo creo que sí, pero mientras esto sea así ahí está bien claro el agravio comparativo.

Propongo un pacto: si el Presidente de la Generalitat se baja el sueldo un 40%, que dimita el Tribunal Constitucional.

jueves, 3 de junio de 2010

Sueldos comparados de políticos y otros altos cargos

Resultan muy sabrosas las informaciones sobre sueldos de políticos, o de altos funcionarios en puestos especiales. El Presidente del Gobierno Central cobra unos 90.000 euros brutos. En este caso, poca cosa, y lo tomaremos como baremo. Le superan muchos jueces. Pero le supera, sobre todo, el Presidente de la Generalitat catalana, que cobra unos 160.000, casi el doble.

Vivir para ver. El gran Pujol, padre de la patria catalana y, según muchos, gran estadista español, con servicios a la patria común, esa que antes se llamaba España, se lo cobraba bien cobrado, y los que vinieron después, Maragall y Montilla, del PSC, se encontraron con esa grata sorpresa, que probablemente desconocieran, pero que aceptaron sin dudar. Sabrosa información. Casi todo lo de Cataluña se explica con el dinero. ¡Viva Marx, que tenía razón! ¡Cherchez l´argent! Es la explicación para todo.

Pero, coherentemente, inmediatamente detrás del Presidente catalán está (¿quienes dirían ustedes?), naturalmente, el Lehendakari vasco, que cobraba también sabrosamente (unos 140.000 al año) sus mentecateces traidoras y sus ataques al resto de España. ¡Qué bien vivió usted, Ibarreche! Ahora las cosas van peor, ¿eh? Con esta luz queda más claro el cabreo del PNV con la pérdida del poder, y Pachi López se habrá llevado una agradable sorpresa, a la que, desde luego, no ha renunciado.

Después va (¡adivinen!) la Presidenta de la Comunidad de Madrid (que sale por unos 110.000), lo que le permite, naturalmente, presumir de pobre. La siniestra y supuesta señora Aguirre cobra muy sabrosamente su desgobierno y su ilegítimo y piratesco ataque a los sistemas públicos. Este es el caso peor, pues el sueldo algo más bajo queda altamente compensado por el gobierno para sí y para los suyos de la supuesta señora.

No es que los sueldos de los políticos me parezcan altos. Si fueran buenos políticos (o cuando son buenos) me parecen bajos. Creo que el sueldo del Presidente del Gobierno central es muy bajo. Pero que haya 3 Presidentes autonómicos con el sueldo mucho más alto que él me parece sencillamente escandaloso. Como es igualmente escandaloso que todos esos Consejeros (los de esas regiones) cobren más que los Ministros. "Ministrín" le pusieron mis paisanos los asturianos (con mucho más sentido del humos que los gallegos, por supuesto) a los Consejeros de las Comunidades cuando empezaban a existir. Ahora, es preciso reconocer que los asturianos fallaron en el mote, que ha de ser cambiado por "Ministrón".

Pero no acaban aquí las cosas, señores. Hay datos económicos todavía muy sabrosos. El presidente del llamado Consejo General del Poder Judicial y el del Tribunal Constitucional cobran algo más de 140.000 euros brutos al año. Algo menos, pero no mucho menos, cobran los vocales de uno y otro organismo. O sea, que todos aquellos que nos están dando constantemente el espectáculo de su incapacidad, cuando menos, y, sobre todo, de estar al servicio del corporativismo y/o de los grupos ideológicos y políticos, cobran mucho más que el Presidente del Gobierno por servir intereses dudosos. Vean como los abogados se las han arreglado para tener organismos propios, mayoritariamente a su servicio, con sueldos muy sabrosos. Para que se hagan una idea, les diré que un Catedrático de Universidad, ya bastante mayor, y con todos los reconocimientos positivos de historial docente y de investigación (cosa que no todos tienen, naturalmente) cobra entre 75.000 y 85.000 euros brutos al año.

Todo muy sabroso. No me sé las cifras de jueces y de diputados y senadores, pero prometo averiguarlas y comentarlas. ¿A que descubrimos con ello nuevos cotos de caza, privados o casi privados, de los licenciados en Derecho? (Esto de "Derecho" es un decir.) Atentos.

viernes, 21 de mayo de 2010

Sea usted funcionario público. O, mejor, profesor universitario

Los funcionarios públicos son envidiados por su estabilidad en el trabajo. Desde luego, no pueden ser envidiados por mucho más. Pues, nada, ¡a por ello, amigo! Sólo tiene usted que superar las oposiciones correspondientes, en las que hay pocas plazas y muchos solicitantes. Pues he aquí el secreto de los trabajadores públicos y de su estabilidad: acceden a su puesto por oposiciones de concurrencia pública. ¿Cómo se accede en la empresa privada?

No sé si son más envidiados los profesores universitarios. Quizá sí, pues cobran bastante (naturalmente, dentro de lo que cabe, pues es en la administración pública: los profesores titulares son de nivel 28 y los catedráticos de nivel 30).

Pero por si envidiaran a los profesores universitarios, yo les describiré en que consiste esta carrera y, así, que es lo que tienen que hacer para llegar a tan sabroso estatus.

Lo primero que tienen que hacer es una carrera universitaria, lo que está al alcance de muchos si atendemos a la enorme cantidad de titulados universitarios y de estudiantes españoles, uno de los índices mayores del mundo, sino el mayor. Además, la proliferación de universidades en España quiere decir que bien cerca de su domicilio, amigo lector, hay una o varias. Las buenas tienen una nota de selectividad muy alta para poder entrar, pero no se preocupe usted que seguro que cerca de su casa hay una o varias bastante malas, o poco solicitadas. De las que se entra con un 5.

Pero después de esto, la cosa se pone algo más pesada, pues tiene usted que hacer el doctorado. Es posible que pesque una beca, aunque hay muy pocas, pero el doctorado significa seguir estudiando (y ahora en investigación) 2 cursos más y, después, y como sabroso postre, hacer una tesis doctoral. Para quien no sepa lo que es esto, les diré que es como escribir un buen libro, producto de una investigacion original. Ahí es nada. Los arquitectos (mi carrera) saben lo que es el proyecto fin de carrera, una pamema que, como en arquitectura, no la tiene nadie. Pues bien, hacer una tesis es como hacer, al menos, 2 o 3 fines de carrera. Hay que armarse de paciencia y de tesón. A nadie le piden ser Doctor para nada (los médicos, a los que se les llama así, no lo son), pero para ser profesor universitario, sí.

Cuando ha leído usted la tesis doctoral, ha de conseguir (por concurso) un nombramiento como Ayudante o como Profesor en una Universidad, y una vez allí, dar clase, seguir investigando y publicar las investigaciones para lograr ser acreditado por la ANECA como Profesor Doctor, al menos, o como Profesor Titular. Para esto hay que preparar unos dosieres muy completos, y la tal ANECA (que nadie sabe muy bien lo que es y que no da cuentas ni a Dios ni al diablo) ha de darle una valoración positiva, cosa que, a la fecha de hoy, no es muy corriente.

Si usted tuviera la fortuna de ser acreditado como Profesor Doctor, encuentra con ello un atajo, un moderno atajo. Puede ser contratado como tal, con contrato laboral y estabilidad en el empleo. Pero para eso la universidad tiene que sacar plazas, y usted ganar una, en libre concurrencia con otros igualmente acreditados.

Si usted fuera acreditado como Profesor Titular, no se crea que ya lo es, pues esto no es más que un título. Para serlo de verdad, necesita ganar una de las plazas de acceso, mediante oposiciones convocadas por una universidad y en libre concurrencia entre acreditados, o también (si quisieran) entre titulares de otras universidades.

Si ha sentado usted esta plaza, ¡enhorabuena! Ya es usted Profesor Titular de Universidad para toda la vida, hasta los 65 años, voluntariamente, o hasta los 70, obligadamente. Tiene usted nivel 28 y es así semi-rico para siempre. Andará usted por los 40 años, como poco, pero como ve, todavía le queda la vida por delante.

Lo mejor, desde luego es plantarse. Pero si es usted ambicioso y le hace ilusión ser catedrático, ha de seguir en el juego. La investigación alcanza mucha importancia, no sólo la docencia por buena que sea, y, así, ha de ganar usted 2 ó 3 "sexenios" (reconocimientos oficiales del trabajo de investigación) sin los cuales la ANECA no le va a dar la acreditación de ningún modo, y así y todo a lo mejor no se la da.

Si la consigue, ha de repetir la jugada que ya hizo como Titular. O sea, presentarse a una oposición a plaza de acceso a Catedrático que saque la universidad, en libre concurrencia con acreditados o con otros catedráticos.

Si la gana, ingresa usted en el cuerpo de Catedráticos de Universidad. Suenan los clarines, está usted en uno de los más altos puestos de la administración y tiene nivel 30 de retribuciones. Según la prensa y Hacienda es usted rico. Y ahora, como ya no tiene nada a lo que aspirar, puede usted dedicarse a hacer el golfo. Eso sí, quizá se aburra, pues tendrá usted unos 50 años (al menos) y ha de aguantar dando clase hasta los 70.

Pues bien, ¿ven ustedes lo que es la carrera universitaria? Una gozada, como han podido comprobar. Además sólo hay que aguantar que todo el mundo diga que la universidad es una mierda y que salgan en los periódicos calificaciones de agencias yanquis en las que se asegura que las universidades españolas son poco menos que las peores. Un gusto.

Por todo ello, lo mejor que haría usted es hacerse abogado, que es la más fácil de las carreras, y hay muchas facultades, casi todas con un 5 de entrada. Luego juez, y a vivir, que se pone usted toga y collares, y pasa a ser un poder del Estado. Hay que hacer no sé que cursos y una oposición, pero ni siquiera el doctorado. En relación con la universidad, no tiene comparación. Yo que usted, no lo dudaría. ¡Ánimo!

La bajada de nuestros sueldos como funcionarios, una decepción: es demasiado pequeña. Pero tenemos compensación, nos hemos enterado de que somos ricos

Después de todo el barullo que se ha armado con la bajada de sueldos de los funcionarios, a los catedráticos de universidad (que tenemos nivel 30, el mayor) nos van a bajar el 7%. Total, una ridiculez. Ya puestos, podrían haberse animado con un 10%, qué menos. A la mayoría de los que salen en las manifestaciones en contra que se vieron ayer por televisión (organizadas por los sindicatos y, sin duda, con el apoyo del PP -o sea, por "la pinza"-) se les nota que son más bien de niveles bajos, así que les quitarán un 0,5, un 1, o como mucho un 2%. O sea, prácticamente nada. Además, los sueldos estatales han subido bastante en los últimos años, con lo que nos vamos a niveles de 2007, aproximadamente, cuando la economía general se ha ido mucho más abajo. Es decir, contribuimos muy poco al arreglo del déficit. Por favor, por lo menos a los del nivel 30, ¡déjennos contribuir más! ¡Quítennos más sueldo! ¡Por favor! ¡Por favor!

Esta es la mala noticia. La buena es que los catedráticos de universidad, que cobramos entre 60.000 y 75.000 euros brutos al año, más o menos, se nos considera ricos, al menos según la prensa. Esta es muy buena noticia, soy rico y no lo sabía. Bien es cierto que nos gastamos todo todos los meses, euro por euro, y que nos lo seguiremos gastando nos den lo que nos den. O sea, que no ahorramos, no acumulamos capital, por lo que, en todo caso somos ricos de segunda. Pero, de primera o de segunda, Hacienda debería darnos algún certificado de rico, o algo. Así podríamos ir por ahí presumiendo y diciendo eso de: "¡No sabe usted con quien está hablando!". Esto sería al menos un consuelo para los que, desde ahora, nos sabemos ricos, pero no podemos ahorrar.

¡Hay que ver las sorpresas que da la crisis! Vivir para ver.

martes, 27 de abril de 2010

Si hay más crisis, Alemania es culpable

Si se recrudece la crisis económica, la culpa la tiene Alemania, por seguir poniendo pegas y condiciones a la ayuda a Grecia. A causa de la Unión Europea y del Euro, Alemania se enriquece y sufre menos crisis a costa de la mayor crisis de los demás. La Unión Europea favorece a Alemania, que vende mucho más, sobre todo desde que, en contra de toda lógica, se ha hecho la ampliación hacia el Este. La riqueza de Alemania es la pobreza de Grecia. Si hay más problemas, y no sólo en Grecia, ya sabemos a quien se le debe. Francia, alineada primero con Alemania, ha retirado velas y proclama la urgencia de la ayuda. Alemanes, alemanes, no empecemos,...

Soy y seré siempre radical

El ciudadano Esteban González Pons, portavoz del PP, dice que llevar banderas republicanas en las manifestaciones de apoyo a Garzón es "radical", y que, constitucionalmente, España es una monarquía. Por lo visto ser "radical" es, para este señor, un delito, o algo así. Dice lo de "radical" como quien dice "criminal". Pues, querido y cursilísimo amigo (esto último, como ustedes comprenderán, es un decir), quien quiera puede promover algo que no sea constitucional y, sobre todo, la forma de la jefatura del Estado. Hay rey, pero cuestionarlo es legal y legítimo, y lo hace quien quiere. ¿Es "radical"? Pues, santas pascuas. Quien quiera ser radical, lo es, y ojalá lo fueran muchísimos, pues hace una gran falta que muchísimos, una enorme cantidad de ciudadanos, sean radicales. Extremadamente radicales, dispuestos a solicitar el más absoluto comportamiento democrático y el más absoluto y perfecto funcionamiento del Estado de Derecho.

Soy radical y lo seré siempre. Por eso estoy en contra de tantas cosas. Lo que no le aclaro, para que se fastidie, es si soy o no soy republicano.

viernes, 23 de abril de 2010

Un aquelarre sin la bruja principal

La presunta señora Aguirre ha dicho que la reunión en la Complutense apoyando a Garzón fue un "aquelarre de carcamales". La incontinencia verbal y la forma de hablar de esta presunta señora la califica sobradamente, pero en este caso hay que mantener una atención mayor, pues queda claro que es precisamente una bruja la que más entiende de aquelarres y tiene así capacidad para identificarlos. Se trata, por lo tanto, de una verdadera autoridad en la materia. Si bien se le podría decir: "Y si se trataba de un verdadero aquelarre, y, además, de carcamales ¿cómo es que usted no estaba? Debía de ser un aquelarre de segunda importancia". Vivir para ver.

martes, 13 de abril de 2010

Chorizos asturianos: distíngalos con mucho cuidado

Los chorizos asturianos son los mejores. El jamón en Asturias se cura mal por la excesiva humedad, y es por lo que se produce muy poco jamón serrano, empleando esa magnífica carne para los chorizos. Esta es una de las razones por lo que son buenísimos, además de por la muy cuidada tradición e, incluso, por la competencia. Les recomiendo los de mi pueblo, Cangas de Onís, verdaderamente magníficos. Si los prueban, no querrán otros. Pueden comerse crudos o fritos, que son más fuertes, y también cocidos, con lo que se les quita mucha grasa y están deliciosos. Los aficionados al tipismo los cuecen en sidra. No es necesario, pero no están nada mal. Anímense, si los prueban ya no querrán otros.

Pero hay que tener mucho cuidado con otro tipo de chorizos asturianos, muy peligrosos, e incluso venenosos. Cuidado con ellos: son los de la marca "Clascos", o algo así. Pues Asturias, además de crear los mejores chorizos del mundo, parece que también crea los más venenosos, mortales de necesidad. Creo que son de la zona de Luarca, lo que siento, pues tengo allí muy buenos amigos. Cuidado con "Clascos", "Casco", o "Chascos", y otras variantes comerciales. Es mortal. Un chorizo extremadamente peligroso. Atentos.

sábado, 13 de marzo de 2010

Aguirre y su gobierno, próximos al delito constitucional

Esperanza Aguirre se pasa tanto de la raya que se ha convertido en un personaje político indeseable, sino en una presunta delincuente. Aunque no llegue a atentar exactamente contra ninguna ley concreta, el hecho de que una persona que ocupa un puesto en el Estado actúe en contra de las instituciones y servicios del Estado mismo que pretende administrar es ya bien próximo a la delincuencia y, desde luego, hace de ella un personaje indigno, políticamente hablando. Me refiero a sus actuaciones políticas que van continuamente en el sentido de disminuir e ir destruyendo instituciones y servicios del Estado, de atentar contra ellas, tales como son la Escuela pública, la Universidad o la Sanidad públicas. Sus actuaciones en estos campos son próximas al sabotaje, como atentados contra instituciones y propiedades públicas, que pertenecen a todos, y que ella y sus equipos cómplices se dedican a disminuir y destruir sistemáticamente.

El artículo 155 de la Constitución española dice, en su primer párrafo: "Si una Comunidad Autónoma no cumpliese las obligaciones que la Constitución y otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general."

La oposición a las leyes del Gobierno es bien claro; no necesita explicación, aunque liego insistiremos en ello. En cuanto a la Constitución, el artículo 27 es bien explícito: "Todos tienen el derecho a la educación". "La enseñanza básica es obligatoria y gratuita". "Los poderes públicos garantizan el derecho de todos a la educación, mediante una programación general de la enseñanza, con participación efectiva de todos los sectores afectados y la creación de centros docentes". Que privatizar sistemáticamente la enseñanza y no ayudar al mejoramiento y promoción de la pública atenta contra estos derechos constitucionales me parece evidente, y es lo que esta señora y sus secuaces hacen de continuo.

Considero, pues, que Aguirre no cumple las obligaciones que la Constitución le impone en cuanto a la enseñanza, primaria, media y superior, y en cuanto a la sanidad, y que su forma de actuar en estos campos atenta gravemente al interés general de España. Además tampoco cumple las obligaciones que otras leyes le imponen, como ocurrió con la prohibición de fumar en locales públicos, con la oposición a la asignatura de Educación para la ciudadanía, y como ocurriría si llega a hacer lo que ha anunciado sobre la declaración de las corridas de toros como BIC -una folklórica y estúpida ocurrencia, en contra de la Ley del Patrimionio Histórico- y con la oposición a la subida del IVA. Con todas estas actitudes, ya no sólo demuestra deslealtad, como ha dicho la Vice-presidenta del Gobierno, sino que se sumerge, sino en la simple y pura delincuencia -que, para quien escribe es más que clara- sí, desde luego en el enfrentamiento directo con la Constitución en cuanto a su oposición a ésta o a otras leyes de obligado cumplimiento.

Además, ignora las ofertas del Gobierno que están destinadas a favorecer la economía y el buen trabajo de la sociedad, como es el desprecio casi absoluto de los fondos para la rehabilitación integrada ofrecidos por el Ministerio de Vivienda, y que la Comunidad de Madrid está ignorando, como caso único entre todas las administraciones regionales. Hasta tal punto, que Madrid parece que va a perder esos fondos, a pesar del interés del Ayuntamiento de la capital y de otros muchos de la región. Esta negligencia, cuando no mala voluntad política de perjudicar a la región y a sus habitantes, merece una dura respuesta por parte de todos. Se da la circunstancia de que la Comunidad no quiere declarar áreas de rehabilitación integradas, destinadas a favorecer lugares especialmente deteriorados y de actuación social urgente, y está buscando -claro es que, en el mejor de los casos- realizar rehabilitaciones independientes en cualquiera que sean las áreas, para poder conceder así ayudas a cualesquiera, por ejemplo a sus amigos y cómplices los ricos. El Ayuntamiento de Madrid tiene preparadas diferentes áreas de rehabilitación integradas, pero la falta de interés -si no el sabotaje- de la región impide la actuación del Ministerio de Vivienda.

A mi entender, el Gobierno central debiera apercibir al regional de Madrid acerca de todas estas cosas, indicándole que parece estar entrando en lo que el artículo 155 de la Constitución preve, y que se atenga a las consecuencias si sigue por ese camino. Resulta claro que al Gobierno le resultaría muy dificil, sino imposible, obtener la mayoría absoluta que el artículo impone para llegar a las últimas consecuencias, pero solo el presentarlo sería ya una durísima sanción para las impresentables actuaciones de la Comunidad de Madrid.

A ver.

lunes, 8 de marzo de 2010

Espe: no me gusta que a los toros vayas con la minifalda

A mí antes me gustaban los toros, el magnífico ambiente, y todo eso; pero me empezó a hartar, y, más que la crueldad, la ineficacia, que finalmente se convertía en crueldad. Así que me quedé indiferente, ni me gustaban ni me dejaban de gustar. Cuando leo los argumentos de unos -a favor- y de otros -en contra-, compruebo que ambas partes argumentan bien, y me sigo quedando indiferente, en el eje de simetría. Si fuera parlamentario catalán probablemente me abstendría.

Pero el otro día se le ocurre a la inefable Espe que va a declarar Bien de Interés Cultural a las corridas de toros, e inmediatamente se han apuntado a la genial idea los gobiernos peperos, el tan conocidísimo de Valencia, y el más desconocido de Murcia.

Declarar BIC las corridas (¡cuidado!, no es un bolígrafo) puede suponer inversiones públicas y beneficios fiscales. Esto es, restar dinero de inversión en monumentos, que en Madrid es ya muy pequeña, y muy ineficaz y llena de problemas.

El eje de simetría se me ha desplazado. Si declaran BIC las corridas me convertiré en antitaurino. El que avisa no es traidor. Y que conste que, más allá de todo, me parece muy importante declarar que no me gusta nada, Espe, que a los toros vayas con minifalda. Estás vieja y te sienta fatal.

Veremos.

sábado, 27 de febrero de 2010

El desprecio hacia los empleados públicos

En la edición de El País del 12-02, un tal Xavier Roig se escandaliza con que haya demasiados diputados que son empleados públicos y ello le sirve para insultarlos, nunca directamente, claro está. Llega a decir que incluso que hasta en la "laboriosa" Cataluña hay demasiados. Dejando al margen la soberbia catalana, siempre presente, se viene a decir que los funcionarios no son laboriosos. O sea, que los empleados privados sí lo son y los funcionarios no. Soy ya mayor, y he encontrado siempre las mismas virtudes y defectos en la administración y en las empresas privadas.
Habla de los "privilegios de los empleados públicos". ¿Cuáles? ¿El sueldo más bajo? ¿Entrar mediante examen público en competencia con otros? Algunos de los funcionarios -no todos- tienen su puesto para siempre, pero esto sólo si han sufrido examen público competitivo. ¿Qué querría él? ¿Qué la administración hiciera un ERE y echara a muchos? El Estado es social y no atiende a criterios de rentabilidad. Debería atender más a los de eficiencia, según él, y esto sería bueno, desde luego, pero ¿atienden las empresas privadas a criterios de eficiencia? Entonces, ¿por qué quiebran y porqué fracasan? Las empresas atienden a la rentabilidad monetaria, no a otra cosa, y cuando despiden no lo hacen con los no eficientes, sino con los que cobran más.
¿Cómo se entra en una empresa? ¿Se sabe siquiera? ¿Qué defensa tiene frente a otro quien pide un trabajo? No se sabe por qué entra ni tampoco por qué sale. Los diputados son funcionarios, sí, pero el articulista no observa otras cosas, como que la mayoría de los diputados tienen la carrera de derecho, y esto sí que es un sesgo legalista muy deficiente y muy poco representativo de la sociedad, como ya he dicho otras veces.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Funcionamiento escandaloso del Consejo del Poder Judicial

Ayer en "El País", el fiscal jubilado Villarejo analiza el auto del juez Varela a propósito de Garzón y le da un palo formidable, demostrando perfectamente que toda su argumentación está equivocada. No cabe ninguna duda de que el tal Varela lo ha leído, y que si sigue en las andadas es él quien, sin ninguna duda, es un prevaricador. Si el Consejo del Poder Judicial (que es el "poder" es lo único de lo que no cabe tampoco ninguna duda) funcionara mínimamente tendría que apercibir a este juez y, si continúa, separarle de la carrera judicial. No ocurrirá, desde luego, pues en España la justicia no funciona, como es bien sabido.

De hecho, el último escándalo es de este "noble" Consejo. Un catedrático que pertenece a él (naturalmente, tiene que ser un catedrático; imposible que fuera un juez) denunció, también ayer, la forma irregular en que se hacen en este Consejo los nombramientos para el Tribunal Supremo, los Tribunales Superiores de Justicia, etc. Las asociacines (que son ideológicas -derecha, naturalmente la mayor, centro e izquierda- y a las que no pertenecen más que la mitad de los jueces, imponen sus criterios y van negociando para meter a los suyos, más o menos por turnos y por amistosas negociaciones, de modo que la comisión que estudia los nombramientos no vale para nada, pues ya está todo decidido por detrás. El último caso es el de haber promovido para el Supremo a un juez de escasa carrera y en el turno que no le correspondía, pues es el reservado para abogados de alto prestigio o catedráticos. El pretexto es que este individuo ha sido profesor, pero, como no es doctor, ha tenido que ser profesor del más ínfimo nivel. Sin embargo, le han nombrado por encima de abogados y catedráticos de alto prestigio. El cátedrático denunciante, que ha dimitido del Consejo, dice que este caso es, simplemente, uno más, y que él se va pues está harto de este comportamiento que es habitual.

La tal Robles (conocida ahora por ser quien admitió a trámite en el Consejo el asunto Garzón, y conocida también por ser una de las principales manipuladoras de los nombramientos, todo ello según la prensa) se ha apresurado a insultar al catedrático dimisionario diciendo que miente. Resulta evidente, sin embargo, que quien miente es ella. También un tal De la Rosa -creo que se llama así-, vice presidente del Consejo y conocido derechista, antiguo colaborador y defensor de Camps, el presunto delincuente político valenciano, le ha insultado también, como si no supiéramos de que pie cojea.

Resulta claro que la tal Robles y el tal De la Rosa debieran ser expulsados del Consejo. Resulta igualmente claro que las Asociacione de Jueces, que sirven sólo para manipular cosas, debieran ser disueltas y prohibidas. Y resulta más que evidente que el Consejo del Poder Judicial ha de ser o fuertemente reformado o eliminado. Si no se elimina, que sería a todas luces lo mejor, dada su trayectoria siempre escandalosa, la reforma drástica es necesaria. Pienso que la presencia de jueces y magistrados ha de ser reducida al mínimo, no más de un 10 o 15 %. Los demás licenciados en derecho, abogados de prestigio o catedráticos. Y un mínimo de un tercio de consejeros no licenciados en derecho, representantes de la sociedad, prohombres (y promujeres) que dieran un aire nuevo y que vigilaran las chapuzas corporativas sistemáticas de este supuesto alto organismo, que no hace otra cosa que escandalizar a los ciudadanos.

No hacer nada de esto es colaborar con un fraude político y social de primer orden. La justicia no funciona, y no funciona principalmente porque muchos de los jueces, personal o corporativamente, no cumpen con su misión. Soportaremos el grave escándalo que esto significa, pues resulta obvio que nadie hará nada, pero, por mi parte, quiero dejar constancia aquí de mi protesta como ciudadano cumplidor que no ve correspondencia en tan altos y tan escandalosos poderes.

miércoles, 10 de febrero de 2010

LA ARQUITECTURA MODERNA Y EL PODER. ESPAÑA Y EL MUNDO EN EL SIGLO XX

Con alguna frecuencia he tenido que explicar, como profesor, la arquitectura de los años 40 en el franquismo, o la del nazismo en los 30. Siempre digo que tanto el nazismo como el franquismo tuvieron a la arquitectura moderna como un enemigo, lo que en realidad resulta insólito, pues la arquitectura moderna -dijeran lo que dijeran algunos críticos e historiadores, o digan lo que digan ahora- no tenía contenido ideológico directo alguno. Bien pudiera haber ocurrido que el dictador nazi hubiera sido un entusiasta de la modernidad, incluso por presumir de radical, y hubiera promovido una arquitectura que en buena medida podía considerarse alemana. En gran modo así se hizo en Italia, por ejemplo, y bajo el dictador fascista. Sin embargo, no era así en el nazismo; el jefe era partidario de la arquitectura clásica y académica, en lo que denunciaba su retraso y su falta de educación, y la impuso como tantas cosas.

En el dictador español la cosa era algo distinta, pues aquel ser no tenía mucho criterio en nada que no fuera político, y fueron algunos arquitectos -sobre todo uno-los que impusieron una polítca arquitectónica conservadora, lo que cuadraba con los gustos convencionales, de clase media baja, del dictador.

Bien, pero, en definitiva, ¿por qué la identificación de la arquitectura moderna como un enemigo, si éste en realidad no lo era, y su adopción hubiera permitido presumir de progresismo técnico y artístico?

En el caso de España quizá pueda esbozarse una contestación.

Sin olvidar la difícil situación a la que había llegado el país bajo el régimen republicano, en buena medida imposible de disculpar, y aunque aquélla no fuera una responsabilidad tan directa de los políticos como se suele decir, pues abundó el sabotaje de unos y de otros, la supuesta "salvación de la Patria" que decidieron llevar a cabo los militares y aquellos que les ayudaron, no se sostiene como razón, y aparece más bien como simple coartada.

La guerra civil no fue un simple golpe de Estado para enderezar el régimen republicano e imponer el orden, lo que podría haber sido. Fue una guerra cruenta, fratricida, artificialmente sostenida en su larga duración para liquidar al enemigo al máximo posible y cambiar por completo la estructura política del país. Si la guerra, según tantos, era inevitable, el resultado tras ella no lo era. Una república parlamentaria se sustituyó por una dictadura personal, al mando de un general de brigada africanista, sin otros méritos que su prestigio entre la extrema derecha, su astucia y su crueldad, ya exhibida con su acción al sofocar y reprimir la revolución de Asturias en 1934.

El oscuro y astuto general de brigada se libró por accidente de sus principales rivales, el general Sanjurjo, Marqués del Rif (africanista como él, que fue su jefe y ya anteriormente sublevado contra la república) y Emilio Mola Vidal (organizador de la rebelión), ambos más inteligentes y de pensamiento político menos limitado del de aquél que luego se las arregló, con trampas bien conocidas, para ser nombrado dictador.

El general de brigada se ascendió a sí mismo a capitán general y pasó a presidir una cruenta y despótica dictadura, apoyado en las derechas, en general, pero sobre todo en un ejército pretoriano, guardaespaldas y cómplice de la operación y pagado con la corrupción más absoluta. No salvaron la Patria, se limitaron a apoderarse de ella. Se apoderaron del Estado y de la sociedad y la pusieron a su servicio. Ello pasó por la destrucción del país, por la muerte y el asesinato de muchos cientos de miles, y por la instauración de la corrupción sistemática y de la entronización social de los negocios sucios.

Ahora, bien, todo esto ¿qué tiene que ver con la arquitectura moderna? Nada en absoluto, pero tampoco tenía nada que ver la arquitectura con la ideología de otros países que, sin embargo, reaccionaron fuertemente en relación a ella. Stalin suprimió violentamente la arquitectura rusa de vanguardia para dar paso a un academicismo decadente "al servicio del pueblo". De Hitler y de Mussolini ya hemos hablado. En Estados Unidos, lo más importante de la arquitectura oficial, las grandes obras en Washington construidas en los años 30, eran un "revival" del neoclásico. En Inglaterra, no sólo las obras oficiales, sino también muchas de las privadas, al menos en Londres, fueron obligadas a servir un clasicismo decadente, que pretendía aún representar al imperio, y que ya flaqueaba incluso en las hábiles manos de Lutyens. La sacralización de la arquitectura moderna como arquitectura de la democracia por parte de los aliados al acabar la segunda guerra mundial fue un apresurado invento, al comprobar que el viejo y vencido enemigo -el nazismo- y el inmediatamente antes aliado y ahora enemigo -el comunismo- practicaban el clasicismo, como ellos mismos también habían hecho. Era, preciso, pues, distinguirse y entronizar un nuevo icono capaz de representar a las "democracias".

En la España franquista, feroz régimen dictatorial, la propaganda era enormemente necesaria, por lo que ya se ha dicho, pues se trataba de justificar por sublimación el hecho de haberse apoderado del país y de haber provocado tal desastre material y tan incontable número de muertos entre los propios compatriotas. La arquitectura fue llamada así a unirse a la propaganda. Quizá el general de brigada devenido dictador y Pedro Muguruza Otaño, arquitecto guipuzcoano a quien el militar africanista había nombrado "Director General de Arquitectura", urdieron juntos la grosera trama de resucitar la arquitectura ecléctica, a la que se iba a llamar "Nacional" -no era la primera vez- y oponerse a los incipientes racionalismo y expresionismo, más o menos identificados con la república por simples razones temporales, y a la que se iba a llamar "arquitectura roja". Quizá el invento fue más bien de Muguruza, que se lo propuso al general de brigada, el cual aplaudiría la ocurrencia, que venía a coincidir con su medicre gusto de hombre ineducado.

Se promovió, pues, la arquitectura historicista como "arquitectura española". Los arquitectos hubieron de desempolvar sus antiguos libros y manuales de principios de siglo, y tan sólo a uno, Luis Moya Blanco, no le tembló la mano al hacer clasicismo, jugando un papel comparable al de Lutyens en el Reino Unido de anteguerra, aunque más solitario aún.

La pesada broma no pasó de los años 40, salvo en el caso de Moya. Los jóvenes arquitectos franquistas convirtieron pronto la arquitectura moderna en la imagen del Estado y de la sociedad de la dictadura.

La arquitectura se usó así, por unos y por otros, al servicio de la ideología, sin que ésta pudiera verdaderamente contenerla. Fue, por parte de todos, un abuso con respecto a nuestro arte, que si había estado ya a lo largo de la historia al servicio del poder, como es lógico, nunca había sufrido, hasta el siglo XX, manipulaciones tan groseras y tan extraordinarias.

SIGUE EL ASUNTO GARZÓN: JUECES "PROGRESISTAS" CONTRA LA INVESTIGACIÓN DE LOS CRÍMENES DEL FRANQUISMO

Además del juez Varela -presuntamente progresista según su adscripción a "Jueces para la Democracia", pero franquista, en realidad, como demuestra sobradamente al perseguir a Garzón por el asunto de las víctimas del franquismo-, ahora también Margarita Robles, magistrada del Supremo y vocal del Consejo General del Poder Judicial, ha apoyado -según la prensa- que dicho Consejo vaya organizando la suspensión del juez, antes incluso de que el Supremo decida actuar. Lo ha hecho -siempre según la prensa- en el interior de una permanente del Consejo, en el que está su presidente, el juez Divar, al que nombró Zapatero a pesar de su muy definida condición de "meapilas".

La magistrada Robles fue cargo político con Felipe González y es, naturally, pretendidamente progresista, lo que, evidentemente, desmiente ahora. Como Varela, ambos odian al juez Garzón -siempre según la prensa, por lo que -si la prensa no miente, lo que es preciso confesar que resulta difícil- ambos utilizan sus cargos y los pretextos que les dan denunciantes de extrema derecha para perseguir al "divino" Garzón, al que odian y, sobre todo, envidian.

Resulta del todo extraordinaria esta posibilidad -aunque fuera sólo una sospecha es muy grave como tal- de uso del ¡Poder! judicial para puntos de vista personales. Sobre todo teniendo en cuenta que el fondo del asunto resulta tan extremadamente importante y tan significativo que hace palidecer cualquiera que sean las consideraciones formales que tan supuestamente ilustres señorías tienen a bien sopesar.

El resultado va a ser otro escándalo de la judicatura frente a la población. Otro más, y, si no, al tiempo. ¿Qué clase de personas llegan a las más altas posiciones de la magistratura? ¿Quienes serán los políticos capaces de intentar cambiar algo de esta situación? Por favor, contesten a una, al menos, de las preguntas. Hay premio.

Yo mismo intentaré ganarlo con un amago de respuesta a la primera pregunta, pues iniciar algo con respecto a la segunda resulta evidentemente imposible.

Los magistrados son unos seres capaces de considerar el uso más estricto y riguroso de la ley y de sus procedimientos, como su función y su formación les exigen, pasando por encima de cualquier fondo de la cuestión, de cualquier contenido real, sea cual fuere éste. La forma es en la ley tan importante que oscurece el fondo.

Esto, digo yo, debería de contar mucho cuando se trata de no condenar a alguien. No es posible condenar a alguien, sea cual fuere el fondo -sea cual fuere su delito- si no se han cumplido los procedimientos formales legales. Pero, por lo mismo, no se puede condenar a nadie porque él mismo haya incumplido, o rozado el incumplimiento, de dichos requisitos. Ni aunque sea juez. Más cuando se ha arrepentido y retrocedido.

Si el juez Garzón es suspendido de su cargo, habrá pasado la Ley por encima de la Justicia. Y aunque esto deba de ser así -la Ley, obligación clara, está absolutamente por encima de cualquier sentido acerca de la Justicia, pues es aquélla quien precisamente define ésta- en el caso que nos ocupa quedará para lo historia lo que está ocurriendo: dos jueces pretendidamente progresistas han condenado a un compañero por saltarse algún procedimiento formal en su pretensión por perseguir los impunes crímenes del franquismo, y lo han hecho al requerimiento de dos organizaciones de extrema derecha, esto es, de los propios franquistas y de sus herederos. Eso dirá la hemeroteca y la historia.

Puede que no quepa una más limpia aplicación de la Ley. Y puede también -sospecho yo-que no quepa una mayor hipocresía judicial, política y social, y una mayor traición a la justicia, a la moral, a la historia del país y al buen gusto. Los crimenes del franquismo siguen pendientes. Apoderarse del aparato del Estado, bajo la coartada de salvar a la Patria, hacerlo mediante el asesinato, el encarcelamiento masivo y la sojuzgación social de gran parte de la población, y ponerlo al servicio de sus propios intereses por medio de una feroz dictadura presidida por un militar, funcionario traidor, es un crimen nefando de lesa patria que cometieron, sobre todo, los militares, y más que nadie, desde luego, el despreciable ser que los presidió, y todos aquellos que los ayudaron y se aprovecharon del botín. Aún está por escribir la corrupción del enano del Pardo, y la de los militares. Es decir, aún está por escribir el botín que cobraron los supuestos salvadores de la Patria, funcionarios traidores.

Entrar en consideraciones formales acerca de un juez que intentó levantar siquiera una esquina de la pesada manta que oculta todo esto, tiene un nombre, al menos en mi pueblo: se llama colaboracionismo. Si los jueces citados pertenecen a "Jueces para la Democracia", ya pueden ir borrándose, o pedir que se cambie el nombre. Si no, sabremos bien lo que realmente significan títulos tales.

lunes, 8 de febrero de 2010

LA UNIVERSIDAD CATALANA PARA LOS CATALANES

Los políticos catalanes no tienen límite. Hoy viene en la prensa que, apoyados en el Estatuto, los profesores de las universidades catalanas tendrán, a partir de ahora, que saber catalán. Todos ellos: asociados, ayudantes, titulares, catedráticos.

Naturalmente, esto parecería muy razonable si se piensa que todos los catalanes saben catalán, pero resulta menos si se tiene en cuenta que todos los demás del resto de España, no lo saben. Así, pues, las universidades catalanas niegan de hecho el acceso al profesorado al resto de los españoles. Un profesor titular español que quisiera presentarse a cátedra en Barcelona sólo podrá hacerlo si sabe ese idioma. Un catedrático que quisiera trasladarse por concurso, también. Luego, no lo harán, que es de lo que se trata.

Ello significa, por un lado, un verdadero atentado para los profesores españoles que tuvieran interés en trabajar en Cataluña, tanto que no parece constitucional, diga lo que diga es Estatuto. Esto es, se trata de reservar el trabajo universitario únicamente para los catalanes, en un proteccionismo imbécil y casi delictivo, disfrazado de cuidado por su idioma. Si un catalán se presenta a una plaza universitaria en el resto de España, nadie le pedirá nada especial. La desigualdad, pues, está servida.

Pero es, además, y por otro lado, un empobrecimiento provinciano que sigue transformando Cataluña en el sentido en que ha venido ocurriendo ya en las últimas décadas. Es decir, convirtiéndose en un lugar cada día menos universal, a pesar de la afluencia turística. El nacionalismo roza, no ya la estupidez, en la que está completamente sumergido, sino también la delincuencia.

¿Se les obligará igualmente a los profesores a dar clase en catalán? ¡Pobres estudiantes extranjeros, aquellos que caigan presos de la propaganda catalana! Volverán a su país sabiendo catalán en vez de español. Ya pasa, de hecho, con los Erasmus desde hace bastantes años. Vivir para ver.

viernes, 5 de febrero de 2010

EL PODER DE LOS ABOGADOS: LA NECESIDAD DE UN CAMBIO

Cada vez las circunstancias me convencen más de que es imposible el progreso de España sin poner coto al dominio de tantas cosas por parte de los licenciados en derecho. Tengo buenos amigos y parientes de esta carrera (¡qué le vamos a hacer!), y que están además entre los buenos. A estos les pido disculpas y, a la vez, que apechuguen con la realidad. Pues no se trata de hablar de la cualificación, sino del poder omnímodo que detentan.

Porque no es sólo un problema de formación. Aunque también lo es. Recuerdo muy bien cuando, después de acabar un bachiller en el que no conocí nunca una nota inferior al 7, y siempre con más de un sobresaliente o matrícula en todos los cursos, cometí la temeridad de matricularme el la carrera de Arquitectura (mi padre, con razón, no quería). En junio del primer curso aprobé 2 asignaturas; en septiembre otra y al año siguiente las otras 3. Todo con aprobado pelado. Mientras tanto, mis antiguos compañeros de bachiller que fueron a Derecho (lo pongo con mayúscula por ser el nombre de una facultad, no por otra cosa) sacaban notables y sobresalientes, incluso aquellos de bachiller mediocre, y acabaron, como tiros, en 5 años. Yo necesité 7, el último para hacer el Proyecto Fin de Carrera, y fui de entre los más rápidos. También recuerdo bien que mientras yo tenía clase de 8,30 a 14,30, sin interrupción, y todos los días, ellos tenían una gran cantidad de horas libres a lo largo de la mañana. Es decir, sí que es un problema de formación, aunque no sólo. (De formación universitaria algo sé; tengo 38 años de antiguedad como profesor, y 21 como catedrático).

¿Qué es un juez? Yo se lo diré: un juez es un chico universitario que, en vez de cometer el error de estudiar algo como arquitectura, estudia derecho y luego se presenta a unas oposiciones. Las saca en el mismo tiempo que el estudiante de arquitectura es capaz de acabar la carrera.

Hace días vino en la prensa que las plazas de juez en Cataluña no se cubrían. Luego, la multitud ingente de licenciados en derecho tiene trabajo. Si a las plazas de juez en Cataluña pudieran presentarse los arquitectos, seguro que se cubrían. Y seguro que la justicia en Cataluña mejoraba.

Pues las gavelas de los licenciados en derecho son múltiples. En primer lugar, está la escandalosa existencia de los notarios y registradores (donde van los estudiantes de derecho listos, o hábiles para sacar oposiciones), que viven opíparamente, no tanto trabajando, como simplemente administrando una oficina que se alimenta de los aranceles que los ciudadanos han de pagar obligatoriamente por una gran cantidad de actos burocráticos, muchos de ellos inútiles. Se da el caso de supresiones de impuestos por parte de Hacienda en algunos actos, pero no de la supresión de los aranceles notariales o registrales para el mismo acto. Recuérdese a los notarios, que vemos sólo al firmar, siempre muy bien vestidos, y siempre amables, orondos y satisfechos con su negocio, mientras disimulan leyéndonos el escrito y estampan su cursi rúbrica. Recuerden las notarías: enormes, llenas de oficinas y salas de espera, con cuadros superfluos (y horrendos) en las paredes. Nada como las imágenes.

Pero, después, tanto el Estado como la sociedad están inundados por los licenciados en derecho. El mundo de la función pública (estatal, regional, provincial, municipal), el mundo de las empresas y el mundo de la política se alimentan insanamente de estos licenciados hasta constituir una auténtica plaga. La administración publica está así siempre afectada (infectada) por una visión legalista única de todas las cosas. Si se quieren ejemplos, ahí van 2, de los organismos que algo frecuento. En la Consejería de Cultura y Deportes de la Comunidad de Madrid, el Director General del Patrimonio Histórico es un abogado. En el Ministerio de Vivienda, el Director General de Arquitectura es abogado. De las disfunciones acerca de estas circunstancias prefiero no contarles nada.

Luego están los abogados propiamente dichos, los de los bufetes, alimentados por la ineficaz y siempre sospechosa actividad judicial. Tengas pleitos y los ganes, que decía el gitano. Baste sobre esto, pues es bien conocido. Solo les digo que con lo que nos costó a un compañero y a mí defendernos en un contencioso abierto por un opositor que perdió la plaza, y que se saldó con la sentencia de que el recurso no debería de haber sido admitido a trámite, yo les hubiera proyectado y dirigido la construcción de un chalet. El abogado -y eso que lo buscamos de prestigio- no hizo otra cosa que un largo y farragoso escrito, con bastantes errores que yo le hube de corregir. Es una anécdota dirán. Sí, efectivamente: es una anécdota, pero bastante significativa.

Pero vayamos ahora a mis propuestas de reforma, todas ellas utópicas, desde luego. y no porque no pudieran ponerse en práctica, sino porque la legión de licenciados en derecho, que dominan la política, la función pública y (se dirá que naturalmente, aunque sin razón) la función judicial lo impedirían.

En primer lugar, la presencia de diputados, nacionales y regionales, que sean licenciados en derecho ha de ser disminuída. Las listas de candidatos al Congreso, al Senado y a los parlamentos regionales (o "nacionales", elíjase lo que se desee) no deberían de tener más de un tercio de licenciados en derecho. Lo digo sin saber la situación actual, que sería interesante comprobar. No se publican datos.

No podemos limitar los Presidentes del Gobierno, porque entonces nos quedamos sin ellos. Suarez, González, Aznar y Zapatero son abogados. También el eterno aspirante, Rajoy (éste es además registrador, y, según noticia dada por la prensa hace tiempo, recibe unos 200.000 euros al año por el arrendamiento de su registro). Pasemos, pues, de puntillas sobre el gobierno, más preocupado por el asunto de las mujeres y que, ciertamente, no tiene proporcionalmente tantos abogados como el propio Congreso, o como la función pública.

Vayamos a algunas instituciones muy importantes. En primer lugar, está el Consejo General del Poder Judicial (si es que se llama exactamente así, nunca lo recuerdo; pero, ¡vaya palabra!: Poder.) Está todo él compuesto por licenciados en derecho. Presenta así un perfil completamente corporativista, como muchas de sus actuaciones -o la falta de ellas- evidencia. Es además un organismo político, en ningún modo independiente, pues lo nombran los partidos. No debiera tener más de un tercio de abogados. Los demás, ilustres profesionales de distintas disciplinas o ilustres ciudadanos. No hace falta para nada que todos sean licenciados en derecho. Esto es sólo un problema de poder, ya el título del organismo lo dice.

De otro lado está el Tribunal Constitucional, de nuevo un organismo político incapaz de responder a la independencia de la que presume. Otra vez el máximo debería de ser un tercio y el resto ilustres personalidades, con la representación de todas, o de casi todas, las actividades. Seguro que funcionaría muchísimo mejor, y que sería verdaderamente político, en el mejor sentido de esta acepción, y no completamente afectado por una visión supuesta y únicamente "legal". Lo legal no es lo constitucional, y para interpretar la Constitución hace falta algún abogado, pero no muchos, y mucho menos todos. Que este altísimo tribunal esté compuesto únicamente de licenciados en derecho es un fraude político, pues es una garantía de mal funcionamiento, de sesgado funcionamiento, como la práctica ha demostrado. Y un atropello para los ciudadanos como exclusión del pensamiento humano general y su limitación al punto de vista legal, un punto de vista especialmente parcializado.

Limitar los abogados de la función pública y de las empresas es bien difícil, lo que no le suprime la necesidad. Todas las actuaciones de la administración se escoran inecesaria y pérfidamente hacia lo legalista. La administración produce cantidades ingentes de normas, reglamentos y estatutos, la mayor parte de ellos equivocados y realizados con cortedad de vista, y que son aplicados rutinariamente por letrados y funcionarios impidiendo con frecuencia la buena realización de las cosas. O que, simplemente no se aplican, debido a su estupidez, pero que actúan siempre como cortapisa de las necesidades reales y de la calidad de los objetivos sociales.

En cuanto a las empresas, no se sabe muy bien que hacen con tanto abogado. Ellas sabrán, si es que algo saben.

Las notarías deben de ser suprimidas. Cualquier abogado debería tener licencia de notario sin más que realizar una inscrpición legal. Y cualquier licenciado debería poder ser notario sin más que un elemental examen. Y a sus honorarios debe de aplicarse, como a todos, las normas de la competencia. Los registradores deben igualmente ser suprimidos y pasar sus oficinas a ser públicas y corrientes, servidas por funcionarios. Que estas reformas no se hayan hecho ya demuestra la complicidad de los políticos con estas profesiones (si es que se pudiera llamarlas así).

Pero todavía hay algo más de lo que hablar. Tampoco los jueces han de ser necesariamente abogados. Siendo abogado el fiscal -que debería instruir el sumario- y el secretario del juzgado, sobra la necesidad de que "Su Señoría" también lo sea. Un juez tenía que ser una personalidad, probablemente elegida, y para su promoción a la judicatura debería de considerarse un demérito que tuviera la carrera de derecho. En los tribunales de varios magistrados, quizá podría permitirse que uno de ellos -nunca el presidente- fuera abogado. Consumar esta revolución haría de la justicia un lugar mucho más eficiente y justo -valga la redundancia- y, al menos, algo más representativo de la sociedad que una torpe camaradería de leguleyos. Éstas no han hecho hasta ahora otra cosa que comportarse bastante mal.

No me hagan caso. Ya sé que no me lo van a hacer. Pero así seguirá todo, manga por hombro. Todos dando el espectáculo siniestro que tienen como tradición inveterada.

Adiós.