viernes, 25 de noviembre de 2011

LAS FANTASÍAS DE BOHIGAS (O LAS MENTIRAS PUBLICITARIAS DE LOS CATALANES)

Vaya por delante que soy amigo de Oriol Bohigas, que tiene ya ochenta y muchos años, y que espero que, con el buen humor y el sentido innato de la polémica que tiene, lo que dejo aquí escrito no le moleste, de llegar a conocerlo. (Lo que, supongo, no ocurrirá).

El caso es que un amigo (confieso que hablo de oídas) me habló el otro día de unas declaraciones de Oriol Bohígas en las que decía que Coderch había sido el mejor arquitecto de España (se entiende que del siglo XX), pero que como mentalidad e ideología parecía madrileño, pues era franquista y de extrema derecha.

Y yo, al saberlo, he pensado que (como en el último parte de la guerra civil de los franquistas, Alberto Reig dixit) todo es mentira. Ni Coderch era el mejor arquitecto de España ni ideológicamente era como de Madrid. Todo es publicidad catalana, asunto en el que Bohigas es gran experto y principal cultivador.

Creo honestamente que Coderch no es el mejor arquitecto de España en el siglo XX, si es que esta definición tuviera algún sentido. De buscar uno, los mejores habrían sido Alejandro de la Sota o Francisco Javier Sáenz de Oíza. Ninguno de los dos era de Madrid, Sota de Pontevedra y Oíza de Navarra, pero los dos se afincaron aquí. Coderch era uno de los buenos, pero creo firmemente que estos dos le superaron (repito, si hablar de una competencia tal tuviera sentido) y posiblemente también Fisac. A Coderch hay que ponerle en una lista larga de los mejores, desde luego, en la que están también Sota, Oíza, Fisac, Cabrero, Fernández del Amo, José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún. O sea, ocho, dos naturales de Madrid, cinco que estudiaron y se afincaron aquí y uno de Barcelona. (Goleada, contraria totalmente a la publicidad catalana).

Conozco muy bien la arquitectura de Coderch. Incluso le conocí a él mismo, pues me encargué (con Javier Ortega y al final de los 70) de hacer un libro para la editorial Xarait (en Madrid) sobre su obra. De aquella pensé mucho en su arquitectura y escribí un artículo, que introduce el libro, y que puede ser consultado. Fue ésta la primera monografía de Coderch, hecha por una editorial madrileña (dirigida por un señor de Santander).

Coderch era buen arquitecto, pero no el mejor. Incluso puede decirse que nunca se midió con los grandes temas, ni siquiera con temas diferentes de la vivienda y de oficinas. Ni fue tan refinado y exquisito como de la Sota, ni fue tan brillante o tan intenso como Sáenz de Oíza. Tampoco fue tan original y creativo como Fisac, un manchego. Coderch fue incluso un poco provinciano. Un arquitecto de provincias, lujoso, pero de provincias; de una ciudad provincial muy buena y lujosa, como es Barcelona. (No se escandalicen; yo pienso que Alvar Aalto fue un arquitecto de provincias, pues Helsinki es una ciudad que no llega en importancia ni a Valencia, siquiera; la diferencia fundamental es que, a pesar de ello, fue un genio, que trascendió por completo su situación y sus circunstancias. Y no es éste el caso.)

Sus temas fueron, sobre todo, la vivienda unifamiliar, y además para burgueses (para burguesones), una de las peores clientelas posibles. Están bien, desde luego, incluso frecuentemente muy bien, pero nunca alcanzó cotas realmente extraordinarias, ni siquiera en la celebrada Casa Ugalde. En la mayoría de las otras abusó muchísimo de recursos un poco tontos como los dientes de sierra, y se copió también mucho a sí mismo. Es decir, nunca atisbó siquiera las excelencias (simplemente en cuanto a las casas unifamiliares) de Wright, de la Villa Savoye o de la Villa Mairea, pongamos por diversos arquetipos. (Pienso en cambio que Sota u Oíza si que atisbaron algunas veces la genialidad de los maestros, en otros temas).

Una de sus obras más importantes (quizá la que más) fue en Madrid, el edificio de viviendas llamaso "Girasol", en el que se propuso agredir (un poco tontamente) las condiciones del ensanche madrileño y que probablemente no hubiera sido permitido en el barcelonés, (esto es, en el sacrosanto "eixample" del mitificado ingeniero de caminos impuesto por el gobierno central). La vivienda tipo del Girasol es muy interesante y lograda, desde luego, y cumple con creces el intento de Coderch de hacer una vivienda de gran programa sobre un fondo edificado de 30m. y sin patios interiores, aunque con patios a fachada.

Pero cuando la serie (un poco tontamente oblicua, gesto puramente estético y que tan sólo se percibe en planta) llega al final, esto es, a la esquina, el edificio se remata con una planta muy vulgar y una fachada deficiente, indigna de la calle de Ortega y Gasset, que es la principal. La planimetría de Coderch ignora la esquina; o, dicho de otro modo, no sabe resolverla, si no es de forma simplona. Y aunque sale bastante airoso en la fachada a Lagasca, que cuenta con los grandes voladizos y los patios para resolver el volumen, fracasa por completo en la fachada principal. Un edificio convencional, como es el de Ruiz de la Prada, que está justamente enfrente, le da una verdadera lección. Una lección urbana, que es lo que él no acepta ni sabe.

Pero hay más. Coderch (que odiaba visceralmente a Le Corbusier, como a tantas otras cosas), admiraba sin embargo a Wright, a quien imitaba, como hace de hecho en el Girasol, cuya imagen es un trasunto de proyectos como el de St Mark (1929), el de los apartamentos para Chicago (1930) y el del Crystal Heights Hotel (Washington, 1940). Pero en otras cosas no sabe seguirle. Wright, como gran "organicista", ambicionaba fundir forma y estructura, lograr que constituyeran, casi, una identidad (cuestión que está por ejemplo, y también a imitación del maestro estadounidense, en las importantes obras de Sáenz de Oíza de Torres Blancas y del Banco de Bilbao). Pero, en cambio, Coderch ignora por completo esta importante cuestión, a pesar de querer alinearse con la arquitectura orgánica.

Así, en el Girasol, aparecen rasgos murales que aluden al sistema constructivo de los muros de carga, pero de ello no hay nada. La estructura es una estructura metálica convencional y vulgar, que alguien ha colocado donde ha podido para construir la casa en forma ordinaria. Esto es lo que es profesionalmente provinciano. Coderch, a pesar de su tremenda soberbia, hace lo mismo que sus compañeros más vulgares: le da las plantas a un especialista en cálculo, que le propone la colocación de los soportes en sitios en que no estorben su disposiciñon en planta. Del pensamiento wrightiano no queda nada; en realidad, ni lo conocía.

Uno de sus amigos madrileños, Francisco de Asís Cabrero le dió una lección de primer orden en el gran edificio de la Delegación Nacional de Sindicatos (hoy Mimnisterio de Sanidad, con otro de sus amigos, Rafael de Aburto), como se comprueba viendo el proyecto para el concurso que hizo Coderch (puede verse en mi libro), algo perplejo entre una solución a lo Perret o a lo Terragni (¿los conocía? ¡Qué va! Incluso presumía de su ignorancia), y que no sabe interpretar bien el lugar en el que actúa, al menos ni se acercó siquiera a los aciertos urbanos del brillante ejercicio de Cabraro y Aburto. Puede decirse lo contrario, por supuesto, como ya lo hizo hace años un sedicente crítico castellonense afincado en Barcelona, pero ello no sería más que una falsedad típicamente catalana.

Lo cierto es que si acordáramos que Coderch es el arquitecto español más importante del siglo XX, no estaríamos haciendo potra cosa que rebajar la calidad de la arquitectura de nuestro país en ese período. Afortunadamente no es así, e incluso una polémica tal no tendría sentido si no conviniera salir al paso de tanta superficialidad.

En cuanto a la otra cuestión, la del franquismo, no merece ni la pena de ser atendida. El franquismo era algo gallego, ¿no?. Y como tal cosa periférica interesaría más a Barcelona que a Madrid. Desde luego Barcelona carece del heroico historial republicano de Madrid defendiéndose del ataque de los franquistas durante toda la guerra civil. Y después de ella, Cataluña y Barcelona fueron tan franquistas como en todas partes, o más en que todas. Además, los burguesones catalanes que encargaban sus grandes chalets a Coderch, ¿qué eran, si no franquistas? Me juego el cuello a que decían algo así como: "Oye, vamos a encargar la casa a ese arquitecto que es tan bueno y que además es de derechas, como Dios manda". De derechas; o, mejor, dicho, de extrema derecha. O sea, como ellos.



Lean mis libros, por favor. (La soledad del escritor o publicidad manifiesta)

Los investigadores sólo tenemos las ediciones, artículos o libros, para difundir nuestros estudios. (Aunque también las clases, desde luego). Y nunca sabemos, realmente, cuanto se difunden. ¿Alguien lee? ¿Alguien compra? Lo primero es imposible de saber, aunque es de sospechar que casi nadie lee, incluso aunque compren. Cuando alguien nos dice que nos ha leído, nos da un vuelco al corazón. ¡Alguien me lee! ¡Alguien comparte conmigo el conocimiento con el que tanto he gozado y en el que tan solitario me he sentido!

Pero lo segundo ya se sabe, al menos ahora: con la crisis ya nadie compra, y mucho menos libros de arquitectura. He publicado dos libros con una editorial de Barcelona, que forman una trilogía, pero al querer darles el tercero (que ya tengo escrito) me han dicho: "Mira, el primer libro se vendió muy bien, pero el segundo fatal. No te pongas triste, porque no es tu culpa, ahora no se vende nada. Así que para el tercero hay que esperar".

O sea, que tengo un libro colgado y sin publicar, aunque la editorial ha prometido que lo hará algún día. Pero, además, un tema escrito en un artículo, me interesó más y lo convertí en un libro corto. Lo tenía por ahí desde hace casi dos años, así que voy dos libros por delante de las editoriales. Bien es verdad que para este segundo una editorial a la que se lo he propuesto me ha dicho que sí, pero en edición digital, y sólo impreso bajo demanda explícita. O sea, todo muy moderno, pero que no sabes bien lo que significa. Tendré que plegarme ante la modernidad, como ya hemos hecho todos ante tantas cosas.

Ahora estoy escribiendo un libro nuevo, "Londres, ciudad disfrazada", producto de mi estancia allí como investigador en el curso pasado. No sé quien me lo publicará, sobre todo en inglés (¡Ay!), que sería lo lógico. Lo escribo con satisfacción, pero también con un poco de muermo, tal y como están las cosas.

Pero todo este prólogo es para preparar la publicidad, verdadero objeto de este texto. ¡Léanme, por favor! No les pido que me compren, sino que me lean. Con los libros no se gana dinero; con las ventas se satisface a la editorial para que te vuelva a publicar, y girar así en el círculo vicioso. Les pido que lean mis libros, que están en bastantes bibliotecas. Es verdad que los temas de arquitectura son minoritarios, pero también les digo que son libros entretenidos de leer, al menos para el que tenga algo de interés en el tema. Les pido que me lean para combatir la terible soledad del escritor. Se escribe para alguien y es así necesario que alguien (los más posibles) te lean.

La publicidad verdadera empieza ahora. Tengo 5 libros en el mercado. El de "Metamorfosis de monumentos y teorías de la restauración", que es de 1988, pero del que se ha hecho una segunda edición ampliada, es de "Alianza Forma", colección de Alianza Editorial. No me puedo quejar con este libro, porque ha sido muy difundido, se ha convertido, casi, en un clásico. Pero espero que siga con vida propia en esta segunda edición. A pesar de ser especializado, es mucho más amplio que otros de arquitectura. Si el tema de la restauración y sus ambiguedades, y los cambios de la arquitectura en el tiempo, les interesa, no les defraudará.

Otro es el libro sobre "Alvar Aalto, proyecto y método", de editorial Akal, ya de 1999, pero con reimpresión nueva de hace poco. A quien -como a mí- le interese la obra del gran maestro finlandés, le prometo que mi explicación de ella le va a interesar. Para mí fue un reto entenderla verdaderamente y lograr trasmitirla con interés.

Otro es el libro "Las formas ilusorias en la arquitectura moderna", editado por Tanais, y que quizá sea para mí el principal orgullo, ya que se trata de un tema completamente original, que nadie había observado. Se trata de como los grandes arquitectos modernos acudieron a las "ilusiones" (es decir, a cosas imaginadas que no existen en realidad, fisíca y materialmente hablando) para inventar la nueva arquitectura y como esto se relaciona con las figuras del lenguaje poético y literario. Creo que el libro se lee con placer, casi como una novela.

Otro es el de "La arquitectura compuesta por partes", editado por Gustavo Gilí, y segunda parte de la trilogía iniciada por "La arquitectura del patio", libro ahora agotado. Este libro, como el anterior, es una lectura de un método, el de la composición por partes o elementos, que arranca de Palladio y llega hasta los modernos. Creo que tampoco decepciona y que trata un tema muy poco o nada estudiado. Se me olvidaba: estos dos libros se han publicado también por GG en edición digital.

El quinto libro es una recopilación de artículos, "Lecciones de Arquitectura Moderna", editado por Nabuko, que es una editorial de Buenos Aires. Son artículos de arquitectura de los maestros, de arquitectura española y de temas teóricos, muy diversos. Tiene el interés de ser ensayos cortos que pueden leerse con independencia, y que rescatan lo disperso por revistas varias.

Aunque todavía hay un sexto, pero que no ha salido aún. El que se llamará "La arquitectura como Arte impuro", que editará la Fundación Caja de Arquitectos, y que se publicará digital e impreso sólo a demanda explícita. Trata de como reaccionan los arquitectos ante la realidad de que los edificios han de responder a muchos requisitos que muchas veces son incompatibles entre sí. Creo que es un texto interesante, avanzado por un artículo del mismo título que se publicó en la revista Iluminaciones.

Esto es todo. ¡Léanme, por favor! ¿Y si compro?, podría decir alguien. Bueno, pues eso es como el chiste: le preguntaron a un escritor ¿a usted que es lo que más le gusta en esta vida? ¿A mí?, que lean mis libros sin comprarlos. ¿Y si los compran? Hombre, si además los compran, entonces yaaaaaa,... (cara de gran placer).

Pues eso. Y gracias.

jueves, 17 de noviembre de 2011

RAJOY, REGISTRADOR OCULTO, O LAS MENTIRAS DE UN PRESIDENTE DERECHISTA

Rajoy acusa constantemente de mentir a sus enemigos políticos, en palabras vergonzosas e insultantes, propias de un maleducado. Sobre todo si, como es el caso, es él quien miente como inveterada costumbre; miente más que habla, y está rodeado de conocidos mentirosos. ¿Les suenan Aznar, Trillo, Cospedal, Rato, Aguirre...? ¿Recordamos más? Porque hay muchos... Los políticos del PP siempre acusan a los demás con los defectos que ellos tienen. Fíjense y verán como es siempre así. Y con la mentira lo hacen a menudo, sobre todo Rajoy, de forma constante, maleducada, insultante y cínica.

Pero no hace falta que me crean a mí, crean a los hechos. A hechos tales como los desvelados hoy mismo en El País por Miguel Ángel Aguilar. Por lo menos hay un buen periodista en España, no sé si más de uno. Aguilar cuenta hoy que en la página Webb del Congreso donde los diputados han declarado sus bienes y otros datos, Rajoy no ha puesto en el apartado correspondiente, que ha dejado en blanco, que es Registrador de la Propiedad con plaza en Santa Pola, Alicante. (Véase donde fue el gallego, bien lejos, buscando la pasta gansa). Está en excedencia especial, desde 1990, porque antes (como desvela Aguilar) compatibilizaba el registro con el acta de diputado. Luego evitó eso y arrendó el registro. La prensa dijo, hace ya años, que cobraba por el arrendamiento más de 200.000 euros al año. ¡Qué hombre tan admirable!

La existencia de los registradores de la propiedad es una verdadera verguenza, que solo existe en España, y que no se quita porque la mayoría de los políticos son abogados y no quieren herir a sus colegas quitándoles un importante chollo. Es una verguenza la existencia de este sistema, pero es más verguenza todavía, mucha más verguenza, que el político que aspira a gobernar el Estado presentándose a las próximas elecciones como cabeza del partido derechista sea registrador de la propiedad y tenga arrendado el registro por una pastizara.

Y que, además no lo declare. ¿Por qué oculta Rajoy su condición de registrador de la propiedad en excedencia especial, si esto no es ni incompatible ni delictivo? ¿Se ha vuelto sensible a que la naturaleza actual de los registradores de la propiedad es impresentable? ¡No! Se tratará, probablemente, de que, ahora, y después de que se supiera lo del arriendo por la prensa, habrá hecho figurar a otra persona en dicho arrendamiento para ocultarlo. Porque a ese ingreso, desde luego, no habrá renunciado. Así puede tapar ese ingreso, tal y como parece que ha hecho, y ya no estará a su nombre. Como ser registrador, con excedencia especial, no es incompatible, si no declara su condición esconde el ingreso con tapa doble. Un ingreso enorme que ha tapado con un testaferro (¿su mujer?) y con la ocultación de su sabrosa carrera. ¡Gran político!

Ingenioso, ¿verdad?. Pero se lo hemos descubierto. Si este tipo llega a Presidente del Gobierno será el llanto y el crujir de dientes. No sólo porque es como demuestra lo relatado. También por otra cosa más grave: es un inútil, no es más que compañero de viaje de lo más idiota del empresariado y de los negocios.


P.D. Un desconocido personaje (la gente no se identifica), en un comentario, dice que los registradores son maravillosos: que no existen sólo en España, que para llegar a ello estudian una barbaridad, que funcionan estupendamente y que no gastan dinero de los presupuestos del estado. ¡Fantástica defensa! Que no existan sólo en España no significa nada; la condición antisocial e injusta del registrador continua igual si los hay en otros países, pero habría que ver como son en esos sitios. Los registradores son unos funcionarios que efectivamente no cobran de los presupuestos del Estado porque tienen una extraña concesión, propia de siglos pasados, por la que cobran directamente de los usuarios, que al pagar, generalmente cifras elevadas, se encuentran con que no se trata de impuestos, sino de "aranceles", honorarios del registrador. Intentar vender como bueno que no cobren del Estado pertenece, señor comunicador, al pensamiento que llaman "neo-liberal", pero que en mi pueblo traducimos como "extrema derecha".

El público no necesita para nada a los registradores, se obliga a utilizarlos para muchas y determinadas cosas. Y además son territoriales, lo que completa que la clientela sea una clientela cautiva. Los notarios, al menos, no son territoriales, puedes ir a cualquiera, aunque la obligación de ir a un notario es tan abusiva o más que la de los registradores.

Dice que se preparan mucho y que tardan muichos años en serlo. Este argumento es realmente fantástico. Vamos a ver, señor mío, los registradores son licenciados en derecho, una carrera fácil y a la que se accede con un 5 en la selectividad. Después de 4 años mal contados, se acaba. Si van a jueces, son jueces antes de que un arquitecto logre acabar la carrera, pero como en notarías y en registro se gana muchísimo, pues está muy lleno. Por eso tardan tanto, y no por otra cosa.

Y dice que atienden muy eficazmente, o algo así. Pues estaría bonito que después de tener una clientela cautiva y de cobrar una pasta gansa, encima funcionaran mal. !Habrase visto!

El querido presidente Rajoy, rey de la mentira, tiene alquilado su registro a otro. Es decir, está permitido que saquen una plaza, la tengan "en propiedad", y ni siquiera la ejerzan, si no que pueden arrendarla. Es el colmo del privilegio y de la sirvengonzonería, y es lo que Rajoy hace. Cobra -o cobraba- más de 200.000 euros al año, la prensa dio la noticia, con lo que se puede usted imaginar lo que saca el arrendador, una tontería, cuando menos 500.000 al año, tirando por lo bajo.

Sí, es estupendo y maravilloso ser registrador. Efectivamente, es estupendo serlo. Es por lo que propongo una reforma muy simple: que puedan presentarse a las oposiciones de registrador todos los licenciados universitarios. Que no sea un siniestro coto de los abogados. Ahí queda eso.

(Por cierto, el oculto comunicador me insulta, como pueden ustedes comprobar, pero, naturalmente, no da la cara.)

sábado, 3 de septiembre de 2011

Un atractivo concurso: las barbillas de Espe Guirre

El presente blog, siempre atento al entretenimientpo de sus seguidores en particular y de los ciudadanos en general, va a promover un interesante y atractivo concurso: ¡Averigüe usted cuántas barbillas tiene Espe Guirre! Observe detenidamente sus apariciones en la Tele y en prensa, pues el asunto no es fácil, siempre se presenta una imagen engañosa y todo depende del grosor de su maquillaje.¿Tendrá tantas barbillas como hospitales groseramente privatizados? ¿Tantas como profesores que se han quedado sin trabajo? ¿Tantas como faltas de transferencias a la universidad? ¿Cuántas, cuántas? ¡Hagan sus apuestas! Para participar solo hay que presentar un certificado de no comprar la Razón, El Mundo ni el ABC, y mucho menos la Gaceta no se qué, como se llame, fácilmente obtenible en su quiosco. El premio es una magnífica semana en un pueblo muy cerca de Marbella y en compañía de una prima de Norma Duval, que se parece muchísimo a ella. Como alternativa, y para los de otro talante, unos días en el pueblo de León del abuelo de Zapatero, pero sin la presencia del líder. El fallo del jurado es inapelable. No se admiten reclamaciones, sobre todo en relación con el parecido de la prima de Norma. ¡A jugar!

viernes, 5 de agosto de 2011

LO QUE, SEGÚN TANTOS, SE NOS VIENE ENCIMA. O LA ENTREGA DEL PAÍS A LA DERECHA (Y A LA EXTREMA DERECHA). ES ABSOLUTAMENTE NECESARIO QUE NO SE CONFIRME

Desde Londres fui siguiendo la operación de acoso y derribo a Zapatero, importante intención de la derecha (y la extrema derecha) y trabajo sucio ejecutado fundamentalmente por la prensa. Por toda la prensa, pues fue hecho por El PaÍs, que es lo que yo leo. Resulta evidente que no necesito consultar lo demás.

Ha sido la prensa la que se ha inventado el fracaso de Zapatero como gobernante, y ésta ha sido seguida por la gente (que todo lo imitan, pues incluso su propia vida la sacan de la TV y del cine). Zapatero ha sido un buen gobernante, incluso en la crisis y durante la crisis, y ha sido la prensa quien se ha empeñado en interpretarlo todo al revés. La prueba es el tan recordado “no reconocimiento” de la crisis, cuando Zapatero seguía las instrucciones de Solbes, para que no bajara el consumo y la moral. Todos los periodistas –y todos los tontos, valga la redundancia- han seguido citando este no reconocimiento, y echándoselo en cara al Presidente, como si hubiera sido fruto de la ignorancia y no de la táctica.

Quedaría por discutir si Zapatero ha sido o no mejor gobernante que González, pero no me cabe duda de que ha sido muchísimo mejor que el funesto y antipático Aznar, acerca del cual hasta El País decía que su gobierno era el mejor de España durante no se qué décadas o etapas. ¡Vivir para ver! Les pagarían. Sin insistir más recuérdense sólo sus fabulosos ministros: ¡Cascos!, ¡Rato!, ¡Rajoy!, ¡Aguirre!, ¡Zaplana!, ¡Arenas (Bocanegra)! ¿Seguimos?

Pues bien, Zapatero, como era buen gobernante, además de persona corriente y simpática, fue abatido sistemáticamente por la prensa de derecha y extrema derecha desde el principio y mediante mentiras de repugnancia infinita. Pero a ello se sumó también El País en los últimos años, y Zapatero fue así sistemáticamente combatido desde editoriales y noticias, y desde los colaboradores. Destacan entre ellos los colaboradores políticos, como es, sobre todo, el inefable Josep Ramoneda (dos veces divino, periodista y catalán), que en todas y cada una de sus columnas ha hecho del Presidente una diana a derribar, con saña y mentira, y con la soberbia de quien se adora a sí mismo y está poseído de la verdad. El tal Ramoneda, a mi entender impresentable, ha acompañado esto con un juicio siempre divinamente positivo sobre todo lo que ocurre en Cataluña, paraíso en la tierra, como es sabido. Últimamente, rozando lo criminal, habla de que a Cataluña solo le queda el recurso de la independencia. No caerá esa breva, con lo que lograríamos que CIU les robe solo a ellos.

Pero este siniestro personaje, presuntamente progresiste, ha sido acompañado siempre por el tal Enrique Gil Calvo, ¡sociólogo! (¡válgame dios!) y actualmente crecido, pues ha ascendido en la universidad (¿cuál de ellas le sufre?) de profesor titular a catedrático. (Lo que pueden la antigüedad y la prensa). Este tipo, añadía a toda clase de críticas continuadas la duda sobre las elecciones de 2004; esto es, la tesis pepera de que Zapatero había ganado gracias al atentado del 11-M. Un personaje poco presentable, que se arropa a sí mismo con el convencimiento de que la sociología todo lo ve con extrema claridad. (Yo pienso, por el contrario, que a los sociólogos debería prohibírseles el escribir en prensa, incluso a Ignacio Sotelo, por supuesto. En realidad, otro intoxicador, muy nocivo, pues lo hace desde su condición de socialista y desde su prestigio académico en ¡Alemania!.)

Estos dos han sido los comentaristas principales, pero también está Santos Juliá, cuya competencia con los trabajos de historia no se ha trasladado a los de comentarista político. (¿O es que en la historia tampoco está bien?). A él hay que añadir a muchos de los columnistas pseudoliterarios. Es decir, a Almudena Grandes, Rosa Montero, Maruja Torres, Juan José Millás y Javier Marías, al menos.

Todos ellos son, naturalmente, divinos, infinitamente progresistas, sin mácula personal alguna, y a todos ellos el espíritu santo (de quien sin ninguna duda proceden) ha concedido el don de la posesión de la verdad. Se han dedicado a denigrar a Zapatero, algunos de ellos de forma sistemática. El poder es el poder, piensan.

Pues bien, llegadas las elecciones regionales y locales, el país (España, no el periódico) se ha entregado a la derecha, y este es el panorama que me encuentro cuando vuelvo de Inglaterra, a donde volvería a largarme, si pudiera. Las derechas y las extremas derechas (incluyendo a los señoritos refinadillos que se creen de centro, pero que en realidad forman parte de la derechona) han votado a la pepería (y a ¡Cascos!), llevando a las urnas hasta a las monjas de clausura con cáncer terminal. Las izquierdas y progres, en cambio y en general, se han abstenido en buena medida, como proclamaban los famosos “indignados”, que como ya preveía yo, han hecho el juego a la derecha, suicidándose al ir en contra de su propios intereses (que no pueden ser otros que los de defender la socialdemocracia) o proclamándose, en realidad, como pasto y territorio del neofascismo o del siniestro populismo. Ahora, a arrear durante cuatro años con la pepería en el poder, ¡tócate las narices! Los indignados dicen que todos son iguales, proclamando así su derechismo vocacional.

Los peperos, ahora en el poder debido al voto de los ciudadanos en mayoría (a quienes, desde luego, no respeto, y a quienes proclamo como mis enemigos, con las consecuencias que haga falta; esto es como contrarios absolutos a lo que son mis preciados intereses) dicen en la prensa (véase el Alcalde de Getafe, El País, 5 de agosto de 2011) que van a ser el sinónimo del “buen gobierno, la austeridad y la honradez “. Pues mucho habrán de cambiar entonces, desde luego, porque los gobiernos regionales o municipales, de, por ejemplo, Gallardón y Aguirre en Madrid, Camps en Valencia o de Lorenzo en Oviedo, todos ellos grandes próceres peperos, que siguen adelante (más allá de la caída de algún ¡procer! por quítame allá ese proceso) no son otra cosa que adalides del mal gobierno, del despilfarro o el gasto errático y equivocado, y que no veo yo que hayan tenido debilidad ninguna precisamente con la honradez. Como sabemos bien muchos, e ignoran al parecer (o perdonan como cosa comprensible de sus amiguitos) tantos votantes, siniestros personajes donde los haya.

Y el 20 de noviembre, ¿qué? ¿Vamos a confirmar la entrega del gobierno central, o sea, del país entero, a la derecha y a la ultraderecha, como si hubieran ganado otra vez la guerra civil y para que nos machaquen a todos los que no estamos con sus siniestros puntos de vista? Pues ahora, con el mundo como está, sólo nos faltaba que gobernara(n) Rajoy (y sus tontos), que por no tener, no tiene(n) en la cabeza otra cosa que serrín, y que además está cobrando una pasta gansa (más de 200.000 euros al año) por el arrendamiento de su oficina como registrador de la propiedad en Santa Pola. ¡Gran recomendación para un político en tiempos de crisis, esta curiosa compatibilidad! ¡Oh, que bello, que el Presidente del gobierno sea registrador de la propiedad y arriende su negocio! O sea, que el que aspira a Presidente del gobierno pertenece a un cuerpo anacrónico y ventajista que debiera haber sido suprimido hace mucho tiempo.

¿Están ustedes dispuestos –es sólo un cruel ejemplo- a que la economía nacional la lleve Montoro, y que sean los peperos los que exijan cosas a Europa y al mundo, suponiendo –que es mucho suponer- que supieran lo que tienen que pedir y que hacer?

Pues yo, no, no estoy dispuesto. Si, utilizando (supuestamente) los legítimos recursos democráticos, y debido a la abstención y a las tonterías de progres e indignados, algunos millones de simples dan el poder a la derecha, yo lo advierto: pasaré inexorablemente a la lucha armada. Compraré una pistola de agua, la llenaré de tinta roja, y cada vez que se me acerque un pepero le pondré perdida la camisa.

Esto será sólo un símbolo de lo que podría hacer, en realidad, pero también del tiempo y el trabajo que me tomaré para idear y establecer una durísima venganza sobre la siniestra plaga de la derecha y de la ultraderecha.

Pues Ojo de Pato ni se rinde ni se rendirá nunca. ¡A la Pepería, ni un voto!

domingo, 31 de julio de 2011

Liverpool


Vista de Liverpool sobre la ría


Vista de Liverpool sobre la ría. La Catedral de Giles G Scott, al fondo

Liverpool es una antigua ciudad portuaria e industrial, que solo hasta el último tercio del siglo XIX tomó una importancia urbana. En 1880 la hicieron sede episcopal anglicana, y como era una ciudad rica decidieron hacer una catedral. Programaron un concurso que se celebró en 1902. A él se presentaron Lethaby, con un extraño pero interesante proyecto, y Mac Intosh, con un gótico original, muy suyo. Pero gano un chico de 22 años, que había terminado meses antes la carrera, Giles Gilbert Scott, hijo de Georges (también arquitecto, y que acabó trastornado) y nieto de Georges, conocido arquitecto victoriano, autor, entre otras muchas cosas, del Hotel de la estación de St Pancras.


Catedral de Liverpool, Giles Gilbert Scott

Giles, que iba en plan deportivo, se quedó muy asustado porque ganó la primera fase del concurso, y luego más, porque ganó la segunda. Enseguida se arrepintió de su propuesta y pidió permiso a la diócesis para modificarla. Quizá se dio cuenta que ya no eran tiempos neogóticos, y que Liverpool quería, con la Catedral, fingir una historia que no tenía. Liverpool quería un hábil disfraz histórico que la ennobleciera. Puede que Giles lo comprendiera así, y procedió a realizar una catedral gótica –con detalles góticos, aunque algo simplificados-, esto es, indudablemente gótica en el aspecto figurativo, pero original en su plan. Si fingir ser gótico era de lo que se trataba, ¿qué mejor papel podía tomar que ignorar la tradición y plantearse una catedral gótica nueva, original, tal y como si estuviera en los siglos en que esto se hacía?


Planta definitiva de la Catedral de Liverpool, Giles Gilbert Scott

La catedral tiene de la tradición británica su proporción enormemente alargada. Pero sólo tiene tres naves en algunos tramos, y tiene un gran centro, al modo de un crucero, pero que no lo es, donde un espacio muy alto e iluminado es en realidad la base de la torre, que se sitúa así en el centro de la planta. Torre chata sin aguja, inspirada según Scott en el gótico español que fue a visitar (¿San Juan de los Reyes?), su presencia convierte a la mole en una gran masa monumental que preside con su fuerza el horizonte de la ciudad.

Giles trabajó en la catedral toda su vida. El templo se abrió al culto en los años 20, pero no estaba terminado. Cuando Giles murió, en 1960, a la edad de 80 años, la catedral, aunque casi terminada, estaba en obras aún. Scott ganó gran prestigio con este encargo y se convirtió en un arquitecto importante. Fue nombrado caballero por la corona (“Sir Giles”) y elegido presidente del RIBA. Pero su historia profesional la dejaremos para otra ocasión.


El centro de Liverpool

Liverpool fue convertida en una ciudad moderna y metropolitana a finales del XIX y principios del XX. Sus “Docks” históricos son hoy “patrimonio mundial” y sus grandes edificios eclécticos y Déco, que dan al río, la caracterizaron extraordinariamente bien, con muy atractiva fortuna. Estos grandes edificios institucionales y empresariales le dan un curioso aire muy estadounidense y muy poco inglés. Merece la pena una visita detenida.

Las catedrales seguían. La iglesia católica decidió también hacer sede episcopal a Liverpool, y en un afán de competencia con los anglicanos, encargó el proyecto a Lutyens. El gran arquitecto clasicista (unos 11 años mayor que Scott) se encandiló muchísimo con el encargo y planteó un conocido proyecto clasicista, impresionante, verdaderamente bello e interesante, pero algo loco, enormemente grande y costoso. Su construcción hubiera sido la ruina para la diócesis católica y se hubiera producido en realidad una gran impertinencia urbana al establecer una competencia tan fuerte y tan evidente con la catedral anglicana. (Se da el caso curioso, por cierto, que Luyens, arquitecto de los católicos, era anglicano, y Scott, arquitecto de los anglicanos, era católico). Lutyens se equivocó, se pasó de rosca. Se inició la construcción de la cripta, pero se interrumpió para no volver a seguir. El arquitecto murió en 1944. En los años 60 se hizo un concurso y se edificó una catedral moderna.

Todo esto, y bastantes más cosas, hacen de Liverpool un lugar de alto interés. Lo visitamos mi mujer y yo a principios de junio. Fuimos en tren desde Londres, 2 horas y cuarto de viaje, y en dos días nos hicimos una idea bastante completa de la atractiva ciudad británica.

martes, 28 de junio de 2011

TRES EXCURSIONES EN LONDRES / THREE VISITS IN LONDON


El Hospital naval de Greenwich, de Christopher Wren, visto desde Island Garden, al otro lado del Thames river

Hay tres excursiones en Londres que me parecen imprescindibles, sobre todo para un arquitecto, y que son muy fáciles de hacer.

1.Greenwich.
La ciudad de Greenwich está al sur del Támesis, en el sureste con respecto a la capital. Exactamente en el golfo que se opone al cabo que forma el río en la Isla de los Dogs, donde se ha edificado el centro de negocios de Canary Warf, que es bastante hortera, y cuya vista desde el tren es más que suficiente. Pues se va a Greenwich en el tren DLR (Docks Light Railway), que se coge en Bank. Lo mejor es bajarse en Island Garden, y acercarse a la inmediata orilla del río, la orilla norte, pues desde allí puede verse la magnífica y monumental fachada del Hospital de la Marina, obra maestra de Wren, de tamaño muy grande y que exige esta distancia para ser contemplada en su totalidad. Desde allí podrá apreciarse el atractivo y la magnificencia de esta gran obra del barroco británico.

Luego, se puede cruzar el río por un túnel peatonal, con ambos ascensores a uno y otro lado. Siguiendo la orilla del río hacia el Este se llega al hospital para completar la visita. Conviene verlo con detenimiento, por todas sus partes. Algunas de las fachadas a los patios internos o hacia afuera del conjunto enseñan los experimentos de Hawksmoor y de Vanbrugh, hartos ya del estilo a lo Wren cuando se murió el maestro y tuvieron que seguir trabajando allí, pues el gran conjunto no se había finalizado todavía.

No debe uno perderse los dos espacios principales del conjunto, en situación simétrica y en los dos grandes edificios cupulados. Es decir, la gran sala de las pinturas, o gran comedor, y la capilla. Esta última se incendió, y el estado actual, muy brillante, es de otro arquitecto y del siglo XVIII.

Después, yendo hacia el pueblo, se encuentra enseguida la iglesia parroquial de St Alfege, de Hakwsmoor, una de las 8 iglesias que Wren y Vanbrugh consiguen que le encargue la comisión eclesiástica a la que pertenecían. No es ésta una de las mejores, y la torre no es suya, pero es excelente la fachada trasera, que es la que más se ve, pues debía dar plenamente hacia la ciudad. Es una suerte de personal y afortunado palladianismo.

Muy cerca hay un mercado, que tiene su gracia, sobre todo porque cuenta con una parte de chiringuitos de comidas exóticas.

No conviene ir a Greenwich en domingo, pues es probable que no esté abierta alguna de las salas principales del Hospital. Para volver a la ciudad se puede coger allí el tren DLR, pero pue-de ser también una buena oportunidad para ir en barco por el río, en su trayecto más largo, pues te llevan hasta Waterloo, también en la orilla sur, pero enfrente de Westminster, al otro lado de la ciudad. Allí hay muchas terrazas y mucha animación, y pueden verse dos de los mejores edificios de la capital, el Royal Festival Hall, de Robert Matthew y Leslie Martin y el National Theatre, de Denys Lasdun. Es imprescindible entrar a los dos. El día quedaría así muy completo.

2. Tres barrios de viviendas en Pimlico
En Pimlico, al sur de Chelsea, hay tres barrios de viviendas de gran interés. Dos son de los años 30 y el tercero de los 50.


Detalle del barrio de viviendas sociales en Pimlico, E L Lutyens

El primero que se debe ver es el realizado por Edwin Lutyens en 1928-32, situado entre las calles Page Street y Vincent Street . Es un conjunto compacto de bloques en forma de U, que alojan viviendas sociales a las que se ingresa por los corredores situados en los patios. Lutyens, gran clasicista y enemigo de la arquitectura moderna, se resistió aquí a emplearla plenamente, aunque en buena medida no pudo evitarlo. Lo más atractivo y original del barrio es su aspecto, pues los muros de los edificios se construyeron en un ladrillo muy oscuro, y están realizados con un ajedrezado, en el que las ventanas, verticales, hacen el papel de paño blanco, mientras los otros paños, donde no hay hueco, se han revocado en blanco para componer el ajedrezado dicho. El resultado es realmente espectacular, y aunque uno no deja de pensar si una cosa tan superficial debería tenerse tan en cuenta, no cabe duda de un acierto pleno que convierte al barrio en un lugar especialmente atractivo y original.


Detalle del patio interior del Dolphin Square, Chelsea, de Gordon Jeeves

El segundo es un gran edificio, poco conocido (aunque figura en las guías) y que constituye una enorme manzana situada sobre la calle Grosvenor Road, la que da al rio. Se llama Dolphin Square, y fue realizada por el arquitecto Gordon Jeeves en 1937. La manzana tiene más de 100 metros de frente por más de 200 de profundidad, y está constituido por un bloque de 10 alturas que rodea un gran y único patio, con volúmenes sobresalientes por fuera y por dentro. Es un inmenso conjunto de apartamentos, más de 1.200, con garaje propio, piscina y gimnasio, y, sobre todo, con el enorme y espectacular jardín que constituye el patio. La escala es tan insólita como acertada y agradable. El interior del patio (la “Dolphin Square”) es un desusado y sorprendente remanso de paz en medio de la gran ciudad. No se lo pierdan.


Churchill Garden, Pimlico, Powell and Moya

El tercero es el Churchill Gardens Estate, un barrio de viviendas sociales de después de la guerra, realizado por Powell y Moya de 1946 a 1962. Da también a Grosvenor Road, algo más al oeste que Dolphin Square, pero inmediato. Es de gran tamaño, y puede considerarse convencional al estar realizado mediante bloques abiertos aislados. Sin embargo, creo que tanto éstos como su colocación en el terreno y la situación del lugar en la ciudad lo convierten en un lugar especialmente atractivo, si bien no hay aquí la originalidad de los dos conjuntos anteriores.

Saliendo al río, cuando el largo barrio se acaba, puede verse al otro lado la conocida y atractiva Battersea Power Station de Giles Gilbert Scott, la de las cuatro chimeneas. Vayan a verla pronto, ahora en desuso e interiormente vaciada, pues pronto va a ser estropeada, tanto ella como su entorno, por una gran promoción de vivienda.

3. Hampstead Garden Suburb


Hampstead Garden Suburb, Iglesia de St Jude, E L Lutyens


Hampstead Garden Suburb. Interior de la iglesia de St Jude, E L Lutyens

Fundada por Henrietta Barnett, Hampstead Garden Suburb es una ciudad jardín londinense realizada por los arquitectos Parker y Unwin, y con casas de muchos otros, como Baillie Scott. Se llega bien con el metro Golders Green, y se puede coger después un autobús o buscarla andando. Es muy atractiva y lujosa, aunque las viviendas casi nunca son muy grandes. Intervinieron muchos arquitectos, y bastantes de los conjuntos residenciales, aunque siempre con estilos pintorescos, configuran elementos compositivos de estudiadas intenciones.

Se empezó en 1906. Parker y Unwin llamaron a Edwin Lutyens como colaborador, y además de un conjunto de casas, le encargaron especialmente el centro cívico de la ciudad, ocupando una colina. Allí Lutyens proyectó una High School y dos iglesias semi-gemelas, separadas por un gran prado, horizontal y verde. Una de las iglesias es la anglicana, que hoy se usa como tal, y otra era la “Free Church”, para ser usada por cualquier confesión, fantasía que hoy se ha convertido en una iglesia Baptista. Este lugar es especialmente atractivo.

En él destaca la iglesia anglicana, de grandes y alargadas proporciones, y con una gran torre en el lugar de la cúpula. De cubiertas muy pinas y altamente expresivas del afortunado volumen, la iglesia es una fantasía clásico-romántica, de alto interés.

Es importante ir en domingo por la mañana para que esté abierta. La iglesia baptista es interesante, pero tiene por dentro mucho menos valor que la anglicana. La iglesia anglicana se inauguró el 8 de mayo de 1911. (Nosotros acertamos a ir precisamente el 8 de mayo de 2011, y estaban celebrando dentro el centenario). Edwin Lutyens tenía en 1908, cuando se hizo el proyecto de las iglesias, 39 años.

Aconsejo no dejar de verlo. En conjunto, es uno de los más interesantes lugares de la capital británica. A mí me lo descubrió Emilio Tuñón, que organizó en los primeros años 90 una excur-sión que hicimos desde Madrid, con estudiantes, y, utilizando un autobús, nos llevó a todos a Hampstead. Desde entonces, siempre que he ido a Londres y he podido he vuelto a ver este afortunado lugar. En mi año como investigador allí (este de 2010-2011) he ido varias veces y llevado unos cuantos amigos. Probablemente sea, por otro lado, lo mejor que hizo Lutyens en Londres, aunque no sólo se trate de esto.

El Padre Huidobro

Algunos se habrán dado cuenta de que en la autopista de La Coruña, en la ”cuesta de las perdices”, hay una parte que se llama “Avenida del padre Huidobro”. ¿Quién era el “padre Huidobro”?. Yo se lo diré:
El padre Huidobro era un jesuita, de marcada filiación derechista y completo y entusiasta par-tidario de la rebelión militar de 1936. Tan entusiasta que, al empezar la guerra civil, se ofreció y convirtió en cura castrense, dentro de una bandera de la legión, en el ejército a las órdenes del general Varela. Pero su derechismo no le impidió horrorizarse ante los asesinatos cometi-dos por las tropas y, en general, por los rebeldes, que sin asomo de juicio, y sin tener siquiera otra razón que el simple exterminio del supuesto enemigo, mataban sistemáticamente a una gran mayoría de los republicanos con los que se tropezaban, o, simplemente, a la gente que vivía en las poblaciones fieles a la república, y que iban conquistando. Llegó a estar obsesionado por la cantidad, frecuencia y condición sistemática de las matanzas, que a su juicio manchaban por completo, y gravemente, la causa nacional.
Se dedicó a escribir cartas a mandos intermedios para que se las hicieran llegar a Varela y al propio Franco. Tanto insistió que lo consiguió. Varela llegó a contestarle que estaba comple-tamente de acuerdo con él. Y hasta de Franco le llegó algún mensaje en que “el generalísimo” se declaraba aterrado por la situación que el cura le contaba y prometía actuar de inmediato para resolverla. (¡Santo varón!)
El padre Huidobro, obsesionado, comentaba también estas cosas con algunos, y debió ser ello con alguna frecuencia y con bastantes, por lo que fue conocido dentro de su bandera el hecho de su completo desacuerdo con lo que los legionarios y los rebeldes hacían normalmente con los republicanos. Así, llegó un momento en que le odiaban, y un buen día un legionario le disparó por la espalda y lo mató.
Después de la guerra, la Iglesia católica inició el proceso de canonización del padre Huidobro, pero, en la investigación, llegaron a saber que había sido asesinado por un franquista, y no por un republicano, por lo que suspendieron el proceso de canonización.
Muy sabrosa e ilustrativa ¿verdad?, la pequeña y trágica historia del pobre padre Huidobro, derechista e ingenuo.

viernes, 13 de mayo de 2011

Edinburgh, another time


Detalle del Parlamento de Edimburgo, de Miralles y Tagliabue

En abril volví a Edimburgo. Había comprometido una conferencia sobre la arquitectura española del siglo XX, para dar en un ambiente selecto de la Universidad y promovida por el consulado español, que me pagó viaje, hotel y honorarios. Salió bien, el vino del consulado lo servían antes y después de la conferencia, y el cónsul nos invitó luego a cenar a los participantes en la mesa redonda y algunos profesores más.

No sé si se enteraron muy bien de una conferencia quizá demasiado densa. La leí en inglés, bien, ahí no había problema, y espero, al menos que se quedaran impresionados con la gran cantidad de buenas arquitecturas españolas que desfilaron por la pantalla y que ellos no conocían.

Luego hubo una mesa redonda, que se consumió por completo discutiendo sobre el Parlamento de Miralles y Tagliabue (que yo había fotografiado por fuera por la mañana, pues la otra vez que vine hacía mal tiempo), y que unos atacan y otros defienden. Yo no decía nada, pero, como me preguntaron, les dije que aunque yo no era muy partidario de la arquitectura de tendencias extremas, la de Miralles me parecía de muy buena calidad, así como muy personal y original, sin que se pueda clasificarla por parecidos o influencias, aunque quepa situarla en la línea del complejo organicismo expresionista que en su día protagonizó Scharoun. También les dije que al tratarse del Parlamento de Escocia tenía sentido que fuera tan singular, ya que era un gran monumento público, el edificio escocés de mayor jerarquía. Y que si yo encontrara este edificio en una ciudad española, en vez de en Escocia, me quedaría muy satisfecho.

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Grey Walls, Lutyens. Detalle del suelo del acceso a la casa principal


Grey Walls, de Edwin L Lutyens. Acceso y casa principal al fondo

A la mañana siguiente, con Cristina González Longo (arquitecta y profesora española en Edimburgo) y unos amigos suyos fuimos a ver "Grey Walls", una casa señorial que hizo Lutyens a principios de siglo y que hoy se ha convertido en un hotel. Yo estaba empeñado en ir para verla y sacar fotos, y fuimos con el matrimonio amigo de Cristina en su coche. Nos recibió la propietaria, que explicó el edificio y nos hizo recorrer casa y jardín.

Grey Walls es una casa a la que se entra por un paso de coches, que te enfrenta a una primera casa auxiliar, con otras dos pequeñitas a cada lado, y dejando sendas puertas iguales, entre ellas. Se produce una indecisión por la igualdad, hasta ver por una puerta la gran casa al fondo, y por otra nada, pues solo es un sitio para coches. La casa, con fachada cóncava, nos espera al final de una larga perspectiva, y su curvatura es un acompañamiento del giro de los coches señoriales al llevar a los propietarios. Pero la intensa simetría que la fachada presenta es algo desmentido por lo que se ve detrás y al fondo, que es más pintoresco, y sobre todo por el interior, ya que después de un pequeñísimo vestíbulo donde se reproduce la perplejidad de un doble paso, nada es simétrico ya. La casa y sus jardines presenta un sabio y sofisticado juego entre orden y desorden, y logra finalmente configurar un delicioso paraíso. Como hotel debe de ser caro, pero creo que merecerá la pena. Espero poder usarlo algún día.

Comimos allí, al aire libre, una de esas cosas que comen los británicos (en esto no hay milagros, aunque sea Escocia). Fue estupendo. Los invité con los honorarios que me había dado el Cónsul. A las cuatro me llevaron y acompañaron a una estación de ese pueblo (Gullane), donde para el tren de Londres que debía llevarme a casa.

martes, 10 de mayo de 2011

York


En marzo fuimos mi mujer y yo a York. La intención era visitar el Castle Howard, el primer gran palacio de Vanbrugh y Hawksmoor, y de paso echar un vistazo a la ciudad. Es pequeña, se ve en un vuelo. Yo reconocí por fuera el Assembly Room, una obra de Lord Burlington a la manera palladiana, o, mejor dicho, a la manera de la Banqueting House de Jones en London. Entré para ver si lo podía fotografiar y me encontré con un restaurante. Comimos allí y lo fotografié con calma.

Hay una impresionante catedral. Le dimos la vuelta por fuera y, al entrar, nos encontramos con un precio de 15 libras para acceder al interior. Ello nos retrajo mucho, no tanto por el precio mismo, sino por la rabia que te da el que te cobren por entrar en una iglesia. Después de tomar un té en una terraza volvimos por allí, pues en el pórtico lateral había un poco de jaleo. Estaban en él algunas personas vestidas de época, de modo algo estrafalario, y acabamos enterándonos de que eran el Mayor (alcalde), el Sherif (?) y no sé quien más. El caso es que había una ceremonia y algunos pasaban. Yo dije que pasáramos, y así lo hicimos. Acabamos sentados en el coro, que en las catedrales inglesas es el sito principal frente al altar, y empezó una extraña ceremonia, religiosa, pero también civil. Había una Schola Cantorum estupenda, y eso fue lo que nos hizo aguantar plácidamente hasta el final.







Al día siguiente cogimos un autobús y nos fuimos a Castle Howard. Este palacio, antecedente del Blenheim, tampoco se acabó, pues no tiene ninguno de los dos edificios auxiliares, caballerizas y cocinas, que en principio completaban el conjunto. Los problemas de su disposición general son parecidos a los que ya se han apuntado para Blenheim. Castle Howard, aunque es menos brillante que Blenheim, sobre todo en el aspecto figurativo, y en que presenta una unión menos convincente entre "villa" y alas, tiene un parque más lujoso y completo, con un gran lago artificial, un puente, un camino de estatuas que lleva hasta una villa pequeñita, y un templo redondo, proyectado por Hawksmoor, y al que no se puede llegar del todo. Este parque es espléndido, y, en conjunto, la visita es magnífica y altamente recomendable.



Como en casi todos los monumentos y museos británicos, sales por la tienda, para ver si picas. Nosotros picamos, pues compramos un pan muy bueno para llevarlo a Londres.

Volvimos a York a comer, lo que hicimos en una confitería/café/restaurante suizo y bastante lujoso. Luego fuimos lentamente hacia la estación y cogimos el tren, el East Coast, que va de London a Scothland, para ir a King´s Cross Station. Se llega en dos horas.

lunes, 9 de mayo de 2011

Oxford


He ido tres veces a Oxford. La primera con el prof. Adrian Forty y sus alumnos del Master, guiada por él. Nos enseñó el Asmoleam Museum, un edificio de Philiph Webb, brillante y extraño, que tiene en la fachada un orden jónico que se convierte en dórico con el mismo entablamento, en una astuta y heterodoxa jugada. Le comenté a Forty el curioso recurso, pero creo que no se enteró, no sé si -en parte- por mi inglés poco expresivo.


Luego fuimos a ver el College más antiguo de la ciudad, St John, casi enfrente. Por los patios pasamos a unas ampliaciones de arquitectura moderna, y a otros edificios, también modernos, con arquitecturas de compromiso poco afortunadas. No nos gustaban a los arquitectos, sobre todo una última "post", tan empeñada como poco atractiva. "Obnoxious!", dije yo (detestable). Algunos expresaron su acuerdo.


El University Museum es un museo de historia natural, neogótico, con un interior inspirado por Ruskin. Es como un gran claustro, y en lo que corresponde al patio, una estructura metálica , "gótica", soporta la cubierta de cristal. Este "gótico" está hecho utilizando sólo las nervaduras; esto es, de acuerdo con la mítica interpretación de Viollet-le-Duc (compartida por Ruskin) de que sólo las nervaduras trabajan. Claro, esto es verdad si lo haces metálico, como es el caso, pero si lo construyes en piedra (o en cualquier otro material, y en formas continuas) todas las partes trabajan, pues las estructuras siguen la ley del mínimo esfuerzo. Resulta interesante precisamente como representación de este ingenuo mito y, así, de los disparates de Ruskin, un personaje respetadísimo por casi todo el mundo menos por mí.


Luego vimos el Keble College, una obra de Butterfield, el arquitecto de la iglesia londinense de All Saints, en St Margaret St, quizá la iglesia neogótica mejor de la capital. Posterior a la obra de Londres, ésta de Oxford es ambiciosa y brillante, y de grandes proporciones. La capilla por fuera parece una catedral, si bien en el interior se achica bastante.


Luego fuimos a ver el St Catherine College, que es el que hizo Jacobsen. Yo lo había visto ya treinta años antes, y luego alguna otra vez más, pero me siguió interesando. Resulta bastante atractivo el observar como es una suerte de comentario a la arquitectura de Mies van der Rohe, hecha por Jacobsen en hormigón armado, y a mitad de camino entre la admiración al maestro y una intensa ironía.


Por último vimos la Biblioteca de Derecho (Law Library), de Leslie Martin y Colin St John Wilson. Es un edificio interesante y logrado, de organicismo moderado, más o menos aaltiano, y que en ese aspecto tiene algo que ver con la actitud de cierta arquitectura española (madrileña) de generaciones más jóvenes.

Luego tomamos el té (los ingleses con pastas, mantequilla y mermelada, lo que se debía sobre todo a que al mediodía habían elegido mal la comida) y después nos fuimos a casa en autobús, que se coge en la calle, en pleno centro, y te deja en la Bus Victoria Station, o antes, si quieres.

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Volví a Oxford con Manuel López, un joven arquitecto valenciano que está haciendo el master, y con la intención de visitar el Blenheim Palace, de Vanbrugh y Hawksmoor, que está cerca de Oxford. Esta vez fuimos en tren y cogimos un autobús para ir a Blanheim. Cobraban por entrar 19 libras. Yo saqué el carnet de mayor de 60 años, el de profesor y el de prensa, y debí impresionar al portero pues me dejó la entrada a mitad de precio, aplicando (indebidamente) la destinada a grupos.

El Blenheim Palace fue una mansión que se le regaló al primer conde de Marlborough, luego duque, que era un militar que ganó en Austria una batalla importante de la guerra de sucesión española, aquella que teóricamente ganó Felipe V, pero a costa de perder Gibraltar. Por ganar esa batalla se le regaló el palacio, cuyo encargo consiguió Vanbrugh, que era una persona de clase alta muy bien relacionada, y que fue lo suficientemente prudente como para llamar a su amigo Hawksmoor, también ayudante de Wren, arquitecto habilísimo y de origen humilde.

Un duque de Marlborough fue Churchill, que nació precisamente en Blenheim. Seguro que el niño Wiston creía que todos los niños nacían en un palacio. El proyecto de Blenheim, bastante parecido al inmediatamente anterior Castle Howard, era muy grande y ambicioso y su construcción acabó convirtiéndose en un escándalo. El plan total no llegó a acabarse, pues sólo se hizo uno de los dos grandes edificios auxiliares de los laterales.

El Blenheim Palace es un edificio sin método, podría decirse; es decir, hecho sin poseer ningún instrumento de proyecto que le sirviera de guía de una forma clara. El núcleo del palacio es una suerte de villa palladiana, que se amplía, siguiendo más o menos las ideas del maestro véneto, pero de forma más compleja, y confiando por completo en la superposición de partes y en la absoluta simetría. Algo hay en él de los edificios en torno a patios, aunque muy poco, y a la postre está llevado a cabo con la habilidad para yuxtaponer adecuadamente las diferentes partes de que consta.

La arquitectura concreta es a veces palladiana, pero la que caracteriza más al palacio es una manera extraña y original, brillante y algo disparatada, propia del genio de Hawksmoor y, en menor medida, de Vanbrugh. El edificio, figurativamente hablando, superpone un pallasianismo purista que llega en ocasiones a anticipar la arquitectura radical de un Ledoux, con un barroco exaltado que se diría seguidor, y superador, de Borromini. El resultado es extraño y brillante, altamente original. Recomiendo no perdérselo, si uno anda alguna vez por allí creca.


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Volví otra vez, todavía, en Semana Santa, cuando vinieron a estar conmigo mi mujer, Chinina, y mis hijos, Jaime y Alberto. Esta vez dedicamos el día a la ciudad, pero a la arquitectura moderna, aunque sin despreciar algunas de las antiguas, y decimonónicas, que nos salían al paso. Empezamos por el Queen´s College, de Stirling y Gowan, tan famoso cuando yo era joven profesor, como fueron en general, en España y en casi todo el mundo, las obras más vanguardistas de estos grandes arquitectos británicos. El edificio está mal cuidado. Casi parecía abandonado, aunque no es así. Parece un producto de la incomprensión de los ingleses por este tipo de arquitectura, aunque es de notar que también a mí me costó bastante trabajo que mi familia lo viera como algo apreciable. También hay que recordar que cuando fuimos con Forty ni se refirió siquiera al edificio, probablemente porque, como tantos, considera a Stirling un excéntrico (aunque Forty estaba en la Tate British el día que Anthony Vidler dió una conferencia sobre la obra de Stirling, y tuvo que pagar 15libras para entrar).

Luego fuimos a ver lo de Jacobsen, que tuvo gran éxito para mi familia, aunque no pudimos entrar a nada, si bien el colegio se deja entender bien a través de sus espacios exteriores. También vimos la biblioteca de Martin y de St John Wilson, que también les gustó.

Al lado del Keble College descubrimos un largo cerramiento moderno y de diseño complejo, un tanto a la manera de Kahn. Buscamos ver lo que era y para ello tuvimos que entrar en el Keble, y, al fin, vimos que se trataba de un gran edificio de ampliación, cerrado por completo al exterior por el muro que habíamos visto, con un largo trazado que dibuja casi una espiral después de una dilatada línea, y terminado en el interior por una fachada de vidrio, inclinado progresivamente, a la manera del Queen´s College. Ya dentro, yo lo recordé como un ejemplo famoso de la arquitectura británica de final de los 60 o principio de los 70. Preguntando supimos que el arquitecto era Rick Mather. Nos gustó descubrirlo y verlo, y yo recordé que Forty, que nos enseño el Keble, no dijo nada de esta ampliación ni nos la mostró siquiera. Sin duda otra excentricidad para él.


Comimos en un Pub antiguo que encontramos, muy agradablemente y en un patio. Habíamos ido en tren, pero volvimos en autobús, más barato y más cómodo de coger en pleno centro de la ciudad.

jueves, 24 de febrero de 2011

Edinburgh, Scotland´s capital

La semana pasada estuve en Edinburgh, la capital de Scotland. Es una ciudad muy bella, aunque triste y melancólica, en invierno casi fantasmal. La arquitectura es casi toda clásica -neoclásica-, aunque no falta la ecléctica ni la neogótica, compitiendo en la formación del carácter de la ciudad. Es de complicada topografía, con un gran monte en el medio con el Castillo encima, y con algunas calles que pasan por encima de las otras, mediante puentes de 12 o 15 metros de altura. Los edificios son grises y ennegrecidos por la lluvia. A pesar de la complicación topográfica, es una ciudad mucho más ordenada que London, y también mucho más pequeña, solo tiene medio millón de habitantes. Está al lado del mar, pero la ciudad no se abre a él, pues siempre ha sido un puerto industrial. Al ensanche que se hizo en el siglo XVIII le llaman la New Town, y es una ciudad tirada a cordel y compuesta de casas georgianas, muy atractiva. Aquí todo es orden, casas y ciudad, no como en London, donde las casas son ordenadas y la ciudad no, a no ser que constituyan una square.

Fui a dar dos conferencias y a formar parte de un "jury" para comentar una entrega parcial de proyectos. Todo ello en la Edinburgh School of Architecture and Lanscape Architectural, donde está de profesora una arquitecto que hace conmigo la tesis (esto, un poco eternamente), casada con un ingeniero griego, que también da clase allí. Llevan fuera de sus países de origen muchos años.

Como desconfío de mi soltura en inglés, las conferencias las leí. Me salió bien. Tampoco me salió mal el coloquio con los estudiantes y sus proyectos, aunque a algunos los entendía bien y a otros no.

Fuimos a ver el Parlamento de Escocia con Brian Stewart, un ingeniero de construcción, cuyo equipo dirigió allí la obra, e incluso desarrolló el proyecto en buena medida, pues cuando se empezó todo Enric Miralles había fallecido. Me impresionó el edificio, de forma muy complicada, pero brillante y original. Felicité a Stewart, pues la construcciñon está muy bien ejecutada, lo que es bien meritorio por su complejidad. El edificio, desde luego, no tiene nada que ver con la ciudad en términos de arquitectura.Dicen que la gente critica el exzcesivo gasto, pero que cuando van a ver el edificio por dentro se quedan impresionados y piensan que valió la pena.

Que fuera un arquitecto catalán el que hiciera el Parlamento, a los escoceses no les parece mal, pues se sienten hermanados con el asunto de la autonomía, la independencia, y todo eso. Es, en realidad un disparate, pues no hay historias más distintas que las del Reino Unido y Escocia y las de España y Cataluña. De hecho, el nombre de España equivale al del Reino Unido, pues se llamó España sólo cuando era la Península Ibérica excepto Portugal, es decir unos reinos unidos. Sin Cataluña, no sería España, sino Castilla más Aragón más Valencia, como el Reino Unido sin Escocia no es el Reino Unido, sino Inglaterra más Gales más Irlanda del Norte. Y no hay cosas más distintas que Escocia y Cataluña o Edimburgo y Barcelona. Pero ya se sabe que estas cosas están ahora muy en boga.

Lo más divertido para mí es oír la gaita, que me remite directamente a Asturias, lo que también hace la lluvia y algo del paisaje. No obstante, la gaita escocesa, siendo como instrumento más complicada que la asturiana, se usa para producir una música muy monótona y siempre igual. En Asturias no es así, y aunque puede serlo alguna vez como acompañamiento de bailes, se toca casi siempre una música compleja y normal.

Lo pasé bien en Edimburgo. Había conocido la ciudad treionta y tantos años antes. Todavía recordaba algo. Quizá vuelva en abril a dar otra conferencia, esta vez sobre arquitectura española del siglo XX, y más pública. También la tengo escrita en inglés y también la leeré.

martes, 15 de febrero de 2011

Visita a la Catedral de Coventry

El otro día fui con un amigo, otro arquitecto español, a la ciudad de Coventry, al norte de Londres, cerca de Birmingham. Es una ciudad pequeña. En un parque hay un "memorial" a los caídos de la guerra del 14, luego dedicado también a los de la del 39, y que es bonito, como una maqueta muy grande de un rascacielos escalonado. Una guía dirigida por Pevsner dice que es de estilo "soviético", pero no es verdad. Si se quiere algo así, hay que decir que es de estilo estadounidense.

Coventry fue prácticamente destruido en la segunda guerra mundial, pues era un lugar con fábricas de armamento y fue arrasado por la aviación alemana. De la catedral gótica, quedó una torre y la mayor parte de las paredes. En los años 50 hicieron un concurso, que ganó Basil Spence, para reconstruir la catedral. Fue un concurso famoso, recuerdo que se publicó en la revista Arquitectura, la de Madrid, y que hubo allí una cierta discusión crítica acerca de la solución.

Basil Spence había nacido en Bombay, India, en 1907, pero era hijo de escoceses. Se fue a estudiar la high school a Edinburgh y allí hizo después arquitectura en el College of Art. Realizó las prácticas profesionales en London, nada menos que en la oficina de Edwin Lutyens. Lutyens estaba entonces ocupado con los proyectos de New Delhi, y Spence trabajó, de hecho, en el de la Viceroy House, la obra maestra de Lutyens en la India.

Spence acabó la carrera en Edinburgh y tomó contacto con la arquitectura moderna hacia 1934, a través de algunas casas unifamilares reacionalistas y un proyecto de garaje. En 1939 marchó a la guerra europea como oficial, y se licenció de Mayor (Comandante), un grado bastante alto.

En cuanto a la Catedral de Coventry, la propuesta de conservar y consolidar las ruinas de la catedral vieja y de que este espacio, ahora abierto, hiciera las veces de atrio de una catedral nueva, no era de Spence, sino de las propias bases del concurso. En realidad procedía de una propuesta de 1944 hecha por Giles Gilbert Scott, que también hizo el anteproyecto de una catedral nueva, suavemente gótica en el exterior y más moderna interiormente, pero que no se aceptó. Giles Gilbert Scott, hijo y nieto de arquitectos, era un profesional de alto nivel y prestigio, nacido hacia 1880. Ecléctico, como corresponde a su edad, y moderno después. Siendo muy joven ganó el concurso para construir la catedral de Liverpool, y la hizo en un afortunado neogótico. Hizo trabajos famosos, muy conocidos, como el diseño de la cabina roja de teléfonos inglesa, y las dos grandes centrales eléctricas londinenses, la de Batersea (la de las custro chimeneas) y la Bankside Station, que es la que hoy aloja la Tate Modern, enfrente de la Catedral de St Paul. Estas cosas dan suficiente idea de lo interesante que era profesionalmente. Pero su prestigio no fue suficiente, pues se quería que se hiciese un importante concurso, aunque solo fue nacional.

Basil Spence hizo el proyecto para el concurso de la Catedral de Coventry de un modo muy afortunado. Otros concursantes hacían cosas académicas, neogóticas incluso, o modernas, algo tímidas y rígidas. También hubo dos proyectos estrepitosamente modernos, uno de Alison y Peter Smithson y otro de Colin St John Wilson. Pero sólo Spence acertó con algo tan moderno como matizado e intencionado para el lugar, y ello tanto en el exterior como en el interior. No extraña nada que su propuesta se impusiera fácilmente a ojos del jurado.

La Catedral propuesta, y luego construida, es una nave bastante alargada, que forma 45º con la ruina antigua, tal y como invitaba el terreno, y que se une a ella con la mediación de un gran pórtico. El cerramiento externo de la nave es en zig-zag, haciendo que paños hacia el sur sean las entradas de luz mediante vidrieras, y consiguiendo con ello un volumen atractivo, emparentaso con el expresionismo. El pórtico, que en el concurso era más bajo, y que después se elevó a la altura completa de la catedral, se encarga tanto de la unión física como del contraste figurativo, bastante afortunado, con la fábrica gótica.

El interior es un espacio de 3 naves a la misma altura, realizado con soportes cruciformes de acero recubiertos con hormigón armado y una estructura superior de vigas en los dos sentidos, y con variaciones tanto en altura como en planta. Ello supone una sutil, indirecta e interesante analogía con el gótico. En síntesis, es una catedral muy bella y solo por verla merece la pena visitar la ciudad.

Después de verla y de comer en un pub, volvimos en tren hacia las 4 de la tarde. La visita, sugerida por el prof. Adrian Forty, había sido una propuesta de Manuel López, el arquitecto valenciano que está haciendo el Master en la Bartlett School, que yo acepté contento y que he agradecido mucho.

domingo, 13 de febrero de 2011

El desastre de la City londinense. O, ponga su verdadera cara a los negocios financieros

La característica principal de la ciudad de Londres ha sido la de no tener planificación urbana. O, al menos, la de no tener "trazado", geométrico o compositivo. Esta idea se convirtió en una verdadera invariante, casi una manía, y llegó hasta el extremo de que, después del pavoroso "Great Fire" de 1966, que destruyó la ciudad prácticamente por completo, el Parlamento no aprobó el nuevo trazado propuesto por el arquitecto Christopher Wren, elegido por el rey entre otras dos posibilidades, la de Evelyn y la de Hooke. Los propietarios no querían someterse a las incomodidades que suponía una reparcelación, y defendían el trazado antiguo para que cada cual pudiera construir a su alberío sobre los mismos terrenos.

Así, las cosas, la City (como se llamó a la ciudad que propiamente era London, y no Westminster, que era el lugar del rey, ente otros muchoslugares diversos que hoy configuran el "Great London") se reedificó sobre casi el mismo plano medieval que tenía. Alí se hicieron casas de piedra, en vez de en madera, para conjurar la posibilidad de otro incendio, y allí se construyeron de nuevo las muy numerosas iglesias, que proyectó Wren, así como la gran catedral de St Paul, proyecto también suyo, como es bien sabido, y cuya fortuna formal y gran tamaño logran imponerse al entorno y caracterizar el lugar.

No reformar el plano medieval fue, sencillamente, un disparate. Al principio no importaba mucho, por el tipo de caserío, aunque ya las iglesias de Wren acusaban bastante las consecuencias de las irregularidades del plano. No obstante, con las esbeltas y atractivas flechas de sus torres, los templos lograban imponer un cierto orden urbano, al menos desde el aspecto visual, tal y como comprobamos en algunos cuadros y grabados de los siglos XVIII y XIX. Edificios como el Banco de Inglaterra, de John Soane, muestran bien la enorme irregularidad del lugar, vencida por medio de la habilidad de los proyectistas.

Pero en la época victoriana y, sobre todo, en el primer tercio del siglo XX, la City fue sometida a un proceso de transformación prácticamente absoluto, en el que sólo quedaron las iglesias y la catedral como testimonios del pasado. Hubiera sido lógico que se aprovechara para darle al importante sector financiero un nuevo trazado, pero tanto la tradición como la pereza, y un sentido tan práctico como equivocado (pues es cierto que construir sobre lo ya existente era más inmediato y más fácil), se impusieron por completo. El plano de la ciudad siguió prácticamente igual y los edificios se renovaron y crecieron en volumen. La habilidad de los proyectistas eclécticos y clasicistas fue puesta a prueba, y salió vencedora, al tener que aceptar las tortuosas, irregulares y curvas alineaciones, y hasta puede decirse que todas estas cosas aumentaron el pintoresquismo y el interés visual de las arquitecturas, mayormente clásicas, que participaron en la operación. Un pintoresquismo clásico, de encuentros difíciles, ángulos agudos y obtusos, quiebros y curvaturas, pareció aumentar el interés de la "sinfonía" urbana interpretada por los edificios de las grandes firmas.

El "paisaje" creado es, en realidad, bastante abusivo, lo que no quiere decir que esté exento de interés. Tal vez lo más valioso sean edificios como los de Lutyens, aunque no hay muchos, o algunas contribuciones de arquitectura moderna, como la de Owen Williams. El otro extremo es el de la pretenciosa y desastrosa operación de Herbert Baker, el amigo de Lutyens y su colega en New Delhi, con la ampliación del Banco de Inglaterra y el consiguiente destrozo de la obra de Soane. Este disparate puede servir de emblema de la gran operación, como lo puden ser tambien la situación en la que quedaron las iglesias de Wren, de las que apenas se ven ya las flechas, y que están ahora escondidas entre la masa de los pétreos gigantes financieros.

Pero a finales del siglo XX y principios del XXI, en la City se ha emprendido otra operación especulativa y, naturalmente, sin cambiar el viejo trazado. Ya no son tiempos, en realidad, ni hay muchas posibilidades. Ahora en la City se han respetado casi todos los viejos artefactos clasicistas de la última operación, pero se las han arreglado para encontrar sustituciones y construir arquitectura ¿moderna?, generalmente de acero y cristal. La conservación de las viejas alineaciones combinada con los volúmenes escesivos y con una arquitectura comercial infame ha creado así uno de los lugares más feos del mundo, a la altura del contenido altamente inmoral que encierra.

Los viejos edificios clasicistas se defendían mejor. Para empezar eran de piedra, y conservaban ideas de arquitectura tanto de cieta eficacia como de un notable y arquitectónico candor. No es que fueran mejores, pero sus recursos eran más eficaces. Los edificios ¿modernos? de ahora son detestables (opnotius) y es difícil decidir si son peores los que toadavía, con más picardía que ingenuidad, intentan algo parecido a las preexistencias ambientales italianas, o los que, sin más, se lanzan a exhibir ridículas y abstractas aventuras formales.

Lo cierto es que la City se ha convertido en un infierno, arquitectónicamente hablando. It´s a place absolutly obnoxious. Y tiendo a creer que la culpa principal corresponde a aquellos propietarios del siglo XVII que se negaron a reformar el plano de la ciudad en favor se sus intereses económicos más inmediatos. Creo que Rasmussen se equivoca de medio a medio cuando elogia esta conservación en su conocido libro "London, the unique city".

Y lo malo es que todo ello le da la razón al Príncipe Carlos y a sus campañas reaccionarias en favor de una arquitectura ¿clásica?, que ya no existe ni puede existir, y que acaba teniendo como ideal las aldeas historicistas de Disney World. Charles II, el rey de la restauración y del incendio de 1666, tenía demasiado cerca que a Carlos I, por oponerse al Parlamento, le habían cortado la cabeza. Por eso no se atrevió, quizá, a insistir sobre la reforma de la City. Al Prince Charles actual no le van a cortar la cabeza, porque ni siquiera va a llegar al trono. A Dios gracias (en nombre de los británicos).

lunes, 3 de enero de 2011

HA MUERTO SIGFRIDO

Sigfrido Martín Begué, nuestro gran amigo Sigfrido, ha muerto, y nuestros corazones están oprimidos.

Sigfrido se formó como arquitecto, en la Escuela de Madrid, donde le conocimos, pero al tiempo, y casi en forma autodidacta, se hizo gran dibujante y pintor. Cuando yo le conocí era muy joven, pero ya llevaba un viejo, un viejo muy inteligente, en la barriga. Y un viejo muy ocurrente y simpático, pues Sigfrido, aunque critico feroz algunas veces, era una persona con gran sentido del humor.

Se formó en arquitectura, pero apenas la ejerció. Se dedicó al dibujo, primero, y luego sistemáticamente a la pintura, sostenida precisamente por un muy firme soporte dibujístico. Fue la suya una pintura figurativa cargada de simbolismo, de un surrealismo personal, densa y literaria, cultivadora de la composición tanto como del detalle. Fue un importantísimo creador de imágenes nuevas. Perteneció a la Escuela madrileña de la nueva figuratividad del final de los años 70 y de los 80, y fue en ella una personalidad tan singular como principal.

Se dedicó a la pintura, pero también a la escenografía, al vestuaro de Ópera, al diseño y hasta a las fallas. Su obra, personal y cualificada, fue además muy abundante. La mejor muestra puede encontrarse en el catálogo de la exposición antológica que le dedicó el Centro cultural Conde Duque, de Madrid, en 2001. A mi entender, está inscrito indeleblemente en la historia de la pintura, y, si esta discipina sigue existiendo, deberá señalarlo debidamente.

Sigfrido fue también comisario de importantes exposiciones, y fue también profesor, de dibujo y pintura, en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca. Aunque no he tenido ocasión de observar esta actividad suya, no dudo de que su inteligencia y su simpatía le hicieron un magnífico profesor. Imagino que sus alumnos sentirán mucho su desaparición.

Sigfrido era, por otro lado, el humor, la alegría, el disparate, el disfrute de la vida. Para sus amigos quedará siempre en el recuerdo esa gran combinación de genialidad artística y de sabio cultivo de la existencia.

Nos acostumbraremos difícilmente a su desaparición.